He llorado, he reído, he gritado, he saltado, he cantado, he sufrido… Eso y mucho más solo lo ha podido conseguir un lugar: El Vicente Calderón. Los que tienen sangre rojiblanca y palpitan al ritmo del Atlético de Madrid saben de lo que hablo. En la ribera del Manzanares todo era posible. Cuando el Atleti jugaba en casa el territorio indio se llenaba de un ambiente inigualable. En las buenas y en las malas, los colchoneros siempre estaban ahí. No importaba si hacía frío, calor, o incluso si llovía, porque la afición rojiblanca es única, y eso, nadie lo puede negar.
Las despedidas nunca son agradables y más, cuando la que ha sido tu casa durante cincuenta años cierra sus puertas. En las mudanzas siempre son los recuerdos los que asaltan nuestra memoria. Obviamente tengo muchos, pero nunca olvidaré el día que volví al Calderón después de mi dura batalla. Reconozco que lloré de alegría porque fue el premio a la victoria más importante de mi vida. Allí, acompañada por mi padre y buenos amigos he visto al Barça, al Madrid, al Valencia, a la Juve, al Bayern… y no importaba si era un partido de Liga, de Copa o de Champions porque la intensidad de las gradas siempre era la misma. Ver ganar a los que defienden tus colores en el terreno de juego es una gran satisfacción, aunque “casi siempre” que se iba al Calderón el sufrimiento estaba garantizado. No obstante, eso era lo de menos, porque está escrito en nuestro ADN rojiblanco.
Ahora, con nostalgia, toca cerrar una etapa en la historia colchonera. El Paseo de los Melancólicos y la ribera del Manzanares ya no serán lo mismo. Atrás quedan los momentos vividos tanto en el cielo como en el infierno, “el pupas” dejó de ser tan pupas con grandes victorias. La próxima vez que vaya a ver al Atleti con mi equipación puesta ya no me bajaré en el metro de Pirámides, se me hará raro pero el Metropolitano nos espera. Cambiaremos de estadio, incluso de escudo, pero hay algo que siempre permanecerá perenne: Los sentimientos son inalterables. Seguiremos derrochando coraje y corazón, nunca dejaremos de creer y, por supuesto, siempre orgullosos de nuestros colores.
Como colchonera, hablar del Metropolitano me recuerda no solo al pasado de mi equipo sino que es decir su nombre y pensar, eso sí, con la mirada al cielo, en quién me inculcó ese “sentimiento que no se puede explicar”. Y como no hay palabras que describan todo lo que el Vicente Calderón me ha dado, solo puedo decir que el Atleti siga dando alegrías a mi corazón. Aquí comienza una nueva etapa, seguro que llena de triunfos, de noches cardíacas, de minutos inacabables… Pero sabemos que el Atleti combate y se levanta así que pensemos en el futuro, y por supuesto…
¡Aúpa Atleti!
Jimena Bañuelos (@14ximenabs)
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