COLOR ESPERANZA

Una imagen vale más que mil palabras y en su abrazo se concentraron muchos sentimientos. La vida es caprichosa y hace trece años me enseñó a pintarme no solo la cara sino la rutina de color esperanza. Hace unos días me recordó por qué no hay que rendirse, por qué quiero luchar, por qué los sueños se cumplen, por qué siempre hay motivos para sonreír y lo más importante, hizo que el dieciocho de junio llevara la firma de Diego Torres adjunta a mi Hashtag personal Aún tengo la vida.

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Con Diego Torres después de escuchar Color Esperanza

Es imposible que olvide el veinticinco de marzo del dos mil seis. Ese fue el día en el que esta canción lo cambió todo. Acababa de ingresar en el hospital para el segundo ciclo de quimioterapia. Mi ánimo escaseaba y mis dudas aprovecharon mi debilidad para dejarme sin ilusión hasta que un buen amigo decidió darme una gran sorpresa. Cuando me dedicó esta canción en la radio, todo cambió. No voy a negar que lloré durante los tres minutos que dura, porque han pasado los años y lo sigo haciendo. Solo tres acordes de la melodía hacen que mis ojos se vuelvan vidriosos y tras “sé que hay en tus ojos con solo mirar” no puedo contener las lágrimas. El tiempo ha ido curando las heridas pero Color Esperanza sigue pellizcando muy fuerte el corazón. Me recuerda mi pasado, obviamente, pero me recuerda, sobre todo, la fuerza que descubrí en mí en aquella habitación del hospital de La Princesa. Mi madre me acompañaba, me dio la mano y me dijo: “Vamos a por ello”. Las enfermeras vinieron a mi habitación, precisamente, para darme esos abrazos que lo cambian todo. Además, Color Esperanza me recarga de energía para afrontar los retos de la vida porque no todas las lágrimas son tristes. Éstas son de victoria. Muchas personas estuvieron conmigo cuando la leucemia tomó las riendas de mi vida. Cada una de ellas tenía su papel en esa batalla y Diego Torres le puso banda sonora, una banda sonora que me sigue acompañando porque la música para mi es imprescindible. De hecho, hoy es su día y habrá que celebrarlo.  Que razón tenía Nietzsche al afirmar que sin la música la vida sería un error.

Esa vida que solo se vive una vez, pero que cuando te da una segunda oportunidad es por algo. Fue ella la que me hizo un regalo. Me permitió cumplir un sueño porque en un segundo todo cambió. Quiso que me encontrara con Diego Torres. Fue una llamada de la Cadena Cien la que lo provocó todo. Me temblaban las piernas y mi corazón palpitaba más deprisa. No desvelaré cómo fue la grabación del De Cerca con Antonio Hueso pero sí os diré que esa tarde que viví en el restaurante Tatel  será difícil de olvidar. Solo puedo dar las gracias a todos, por supuesto, con mención especial al argentino y  a mi donante de médula alemán. Llevo trece años viviendo de regalo y, solo por eso, disfruto cada experiencia al máximo para tener los mejores recuerdos posibles. Seguiré escuchando y cantando Color Esperanza entre lágrimas, no todo lo cura el tiempo. Dice la canción La vida es un Vals de Diego Torres que “si cada lágrima te hace más fuerte, muerde la vida con uñas y dientes, hoy puede ser, que todo empiece a cambiar”.

Y algo cambió porque me recargasteis de fuerza para seguir adelante. Continuaré peleando por cumplir mis sueños, y por supuesto no dudéis de que seguiré “pintándome la cara color esperanza” para “tentar al futuro con el corazón”. Tengo claro que “es mejor perderse que nunca embarcar”. Gracias.

Jimena Bañuelos (@14ximenabs)

 

13 de junio: No es un día cualquiera

Cada día es único e irrepetible, pero hay días y días. Los aniversarios están para celebrarlos y más aún cuando es una fecha que marcó un antes y un después. Es verdad que el número trece tiene muchos detractores porque las supersticiones siempre están ahí. Confieso que nunca creí en ellas y después de aquel trece de junio aún menos. Es más, era martes y trece y se cumplen, precisamente, trece años desde que escuché a mi hematóloga decir: “Jimena, tienes un donante de médula compatible”. Llevaba meses soñando con ese momento. Me imaginaba cómo sería y llegó cuando menos me lo esperaba. Recuerdo aquel día perfectamente. Aquella habitación del hospital, aquella cama y lo más importante, la cara de mi madre llena de emoción al escuchar a mi doctora pronunciar esas palabras. Esos abrazos serán inolvidables porque en el ambiente, a pesar de mi situación, se respiraba felicidad, se respiraba alegría, se palpaba la emoción. Son recuerdos que eternamente me pondrán la carne de gallina. Son recuerdos cargados de sentimientos y éstos siempre llegan al corazón.

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Aún tengo la vida

Ahí todo cambió. Ese sueño se había convertido en realidad. El día del trasplante estaba más cerca y el principio del fin tenía una fecha señalada. ¿Es o no es motivo para celebrar cada año el 13 de junio?

Dicen que mirar al pasado no es bueno, hay días que sí lo es. Porque hoy no es un día cualquiera. Hoy recuerdo cómo estaba y cómo estoy hoy en día. Hoy recibí la mejor noticia que me han dado en la vida. Hoy me llené de más fuerza para superar esa leucemia que había tomado las riendas de mi vida. Hoy todo se tiñó de Color Esperanza. Hoy me siento afortunada. Hoy supe que alguien me iba a hacer el mejor regalo, me iba a regalar vida. Hoy no es un día más, es un día marcado en mi calendario personal. Hoy es un día de fuerza, de alegría, de esperanza, de emoción, de valentía… a pesar de que tenía miedo al trasplante como es lógico. Lo desconocido siempre abruma, pero hoy descubrí en qué miedo aprendí a ser valiente. Hoy afronté la recta final de la quimioterapia acompañada de los mejores aliados: mi familia, mis amigos, mis doctoras y, por supuesto, mi donante. Hoy aprendí que la unión hace la fuerza, que sin lucha no hay victoria. Hoy puedo brindar por la vida, por los sueños cumplidos, por la generosidad de mi donante, en definitiva, por todo lo vivido hasta aquí. Hoy es trece de junio y aunque no sea martes, es un día que no se olvida. Es un día para celebrar.

Hoy brindaré por todo ello, pero sobre todo, me acordaré de ese joven alemán que me donó médula. Como veis, ser donante de médula es importante, y creedme, que los que están esperando recibir la misma noticia que yo, anhelan escuchar las palabras que lo cambian todo. Porque al escuchar “tienes un donante de médula compatible”, el corazón bombea más deprisa y es, en ese momento, cuando descubres en ti la verdadera fuerza de vida.

Y antes de irme a celebrar el trece de junio, os animo a que os hagáis donantes de médula. No es mucho pedir, pero quizás podáis ser el mejor regalo de alguien…

Yo, aún tengo la vida.

Jimena Bañuelos (@14ximenabs)

Saldaña

“Todas las personas mayores fueron al principio niños, aunque pocas de ellas lo recuerdan”. Eso decía el autor de El Principito, Antoine de Saint-Exupéry. Tiene parte de razón porque la memoria es selectiva, pero ese no es mi caso. Volver al colegio era la frase que más me costaba pronunciar siendo una niña. Ahora, muchos años después volver a pisar el patio de Saldaña fue algo especial. Fue, sin duda, un torrente de buenos recuerdos. Quizás, la frase apropiada para el pasado 30 de mayo sería la del escritor americano, Joseph Heller: “He llegado por fin a lo que quería ser de mayor: un niño.”

Porque siendo una niña, en esas aulas de primero de la ESO decidí ser periodista. Una vocación que me llegó muy pronto pero que no cambiaría por nada del mundo. Allí comenzó siendo un sueño que hoy es una realidad. De sueños, precisamente, hablé en el pregón de las fiestas del colegio ante un público que me recordaba a mí. El tiempo ha cambiado algunas cosas pero ha mantenido las más importantes. Las lecciones de vida y valores que aquella niña aprendió aun siguen muy presentes.

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En Saldaña dando el pregón. Con Javi, profesor de Educación Física

Soñar es libre pero para cumplir los sueños hay que trabajar y mucho. No es fácil afrontar las dificultades pero rodeándote de las personas indicadas se puede llegar muy lejos. Nunca me imaginé que daría ese pregón, pero el destino hizo que allí estuviera. No tardé en contestar a Javi cuando me hizo la propuesta porque cuando el corazón habla no hay nada más qué decir. Todavía pude ver cara conocidas. Profesores que me habían dado clase y que continúan al pie del cañón. La memoria es selectiva pero no he olvidado ni sus nombres, ni sus caras y ni las asignaturas que ellos impartían. Fueron años que creía olvidados hasta que volví a entrar por la puerta del colegio y subí las escaleras que me conducían al patio. En definitiva, fue un honor compartir con todos ellos, esos minutos en los que me dejé llevar por mi experiencia en la vida. En definitiva, me dejé llevar por Aún tengo la vida. Porque ese sueño ya es una realidad y comienza, precisamente, en el colegio Saldaña.

Les decía a los alumnos que cuando cumples un sueño puedes llegar “hasta el infinito y más allá” porque ése es su lema en este curso. Es más, la película de Toy Story deja grandes enseñanzas, por ejemplo, la amistad, el trabajo en equipo y la valentía ante lo desconocido. Precisamente, yo no conocía a mi público pero tenía a mi favor que ya había estado en su situación. Ser mayor es lo que quieres cuando eres un niño, y cuando pasan los años, lo importante no es no perder al niño que llevas dentro de ti. Es fundamental mantener ese espíritu ante la vida, porque ella es la responsable de darte las lecciones más importantes. A mí me enseñó a conjugar el verbo “vivir” de una manera muy diferente a como lo hizo mi profesor de lengua. Y tras esa lección ahora recuerdo perfectamente las palabras del escritor irlandés, Bernard Shaw: “Ves cosas y dices, “¿por qué?” Pero yo sueño cosas que nunca fueron y digo, “¿por qué no?” En definitiva es: Ahora o nunca.

Jimena Bañuelos (@14ximenabs)