Llevaba meses esperando esa fecha. Ha sido una cuenta atrás muy larga, menos mal que todo llega a quién sabe esperar. Por fin, el pasado viernes vi y disfruté del espectáculo que Bruno Mars ofreció a las cincuenta y cinco mil gargantas que llenaron el Metropolitano. Mejor sitio no pudo escoger. Pasará a la historia colchonera por ser el primero en llenar la casa rojiblanca de música y de grandes bailes. Si algo es indiscutible es que Bruno Mars es puro espectáculo.
El ambiente era caluroso pero cuando el hawaiano subió al escenario el termómetro se disparó. Los gritos retumbaban porque la adrenalina era mucha. Nos sabíamos todas las canciones de su último disco, y por supuesto, de los clásicos que nunca faltan en las giras de Mars. Finesse fue la escogida para arrancar la noche. Una noche plagada de luz porque la pirotecnia no faltó. La música marcaba el ritmo, no solo de los pies de Bruno y sus acompañantes, sino de los fuegos que dejaban a los asistentes con la boca abierta.

Bruno Mars en el Wanda Metropolitano (Madrid)
El público estaba rendido a Bruno Mars antes de empezar, y eso que lo hizo con retraso, pero lo tenía todo perdonado. Hasta se quejó del calor hablando en español. Precisamente, nuestro idioma es lo que introdujo en Calling all my lovelies para llevarse el corazón de muchas al decir: “Te quiero mucho mi niña”. Y es que cuando se puso romántico el Metropolitano se llenó de las pequeñas luces de los móviles. Unos móviles que no pararon de grabar y hacer fotos para el recuerdo de los asistentes.
Y hablando de recuerdos, será difícil olvidar la mítica Marry You. Confieso que es un tema que me encanta pero lo bonito fue la pedida de mano que un joven le hizo a su novia. Los que fuimos testigos de eso les dedicamos nuestro aplauso y por segundos le robaron el protagonismo al cantante. Anécdotas aparte, la música siguió sonando con clásicos como Treasure, Runaway baby, When I was your man, Just the you are… No miré el reloj en ningún momento pero cuando comenzaron las despedidas mi prima y yo queríamos más. Estábamos dispuestas a seguir bailando porque casi sin voz poco podíamos cantar.
El ritmo del concierto fue frenético pero haciendo un repaso mental a Paula y a mi nos faltaba un canción. Y sin ella estaba claro que nadie iba a abandonar el Metropolitano. La petición de los bises llevó algún que otro cántico futbolístico, pero no es de sorprender, porque en esas gradas está la mejor afición del mundo. Colchoneros seguro que había y me consta que a más de un vikingo no le importó estar en el terreno de los indios… Los gritos hicieron su efecto y la oscuridad cedió paso a una explosión de luz que sonaba a Uptown Funk. Ahí ya lo dimos todo y con una gran sonrisa pusimos punto final a la noche con la que llevábamos soñando desde diciembre.
Jimena Bañuelos (@14ximenabs)
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