Dicen que las casualidades no existen, en este caso es cierto. Mentiría si dijera que estoy improvisando, simplemente, estoy dejando que las palabras fluyan al exterior. El folio en blanco de Word que es tan frío cuando lo abres, esta vez se llena de sentimiento. Un sentimiento que no nace por casualidad. Surge año tras año cuando llega el chupinazo de San Fermín. Y no es precisamente por la fiesta sino más bien por los recuerdos que ella me trae.
Es el momento, o mejor dicho, es el día en el que puedo reconocer que sólo hay una persona en mi mente. Sus recuerdos son tantos que resurgen muy a menudo. Confieso que fuiste quien me inculcó muchas de las costumbres que hoy en día no quiero perder. Creo que eso mantiene ese vínculo que me hace pensar en ti día a día. Desde niña madrugaba contigo para ver los encierros de Pamplona, hoy sigo haciéndolo. Me inculcaste el sentimiento rojiblanco, porque fuiste el “culpable” de que sea del Atleti. Hoy defiendo mis colores como solo los colchoneros lo sabemos hacer. Gracias a ti conocí el trabajo de una imprenta. Recuerdo las tardes en las que jugaba con los tipos. No sé si ahí nació mi vocación periodística pero desde luego nunca podré olvidar las manchas de tinta, el olor a papel y las miles de letras que allí había. Me conmueve ver a mi padre con la tradicional capa castellana tal como tu la lucías. Eras un burgalés que con orgullo cantabas el himno a tu ciudad y cogida de tu brazo paseé y lucí el traje regional… Podría seguir con muchas cosas más, pero de todas las que podría destacar me quedo con tu carácter. Disfrutabas de las pequeñas cosas de la vida, transmitías optimismo y por ser como eras tu vacío se sigue sintiendo. Hace años que nos dejaste pero en el fondo sigues con nosotros. En mi memoria existe un apartado dedicado a ti. Su nombre es Eusebio y entre comillas he escrito “Suso” como muchos te llamaban. Eras el mejor libro de historias, de refranes, de anécdotas, eras único. Eras mi abuelo.
Hoy más que nunca puedo decir que en algo tan pequeño como una lágrima cabe algo tan grande como un sentimiento. Va por ti, abuelo.
Jimena Bañuelos (@14ximenabs)
Conviertes los recuerdos en palabras y por esta vez, aunque las cargues de sentimiento no llegan a mostrar la suerte maravillosa de haber podido caminar de su mano. Jimena, fuiste muy afortunada siendo su nieta y disfrutando de ese grandísimo abuelo. Cuando quiero explicar a mis hijos todo lo que mi padre hubiera sido para ellos, solo puedo sentir la pena de que no llegaran a conocerse, pero eso sí, como ocurre con las personas que son de tal calado a veces siento que transciende aunque ya no esté… porque en cierto modo nunca ha dejado de estar.
Un abrazo muy fuerte.
Y no, no es casualidad, es que hay días, momentos que llevan impreso su recuerdo.
Hla. Jimena el escrito estupendo.
Fue un gran padre y un buen abuelo hoy le recordamos.
Jimena recuerdo mucho de las últimas fotografías que nos hicimos cuando venias de payaso del colegio.
Bueno Jimena este escrito nos queda para el recuerdo.
Besos
Gracias. Son palabras que dicta el corazón y por alguna razón tenían que salir ahora.
Tienes razón fui afortunada de poder disfrutar de grandes momentos con él. En un día como hoy se merecía estas palabras y mi gratitud.
El texto es precioso y la semblanza que haces de tu abuelo aún más. Es muy importante crecer con un modelo que aporte ejemplo y valores. Sois una familia muy afortunada.
Qué importante es la familia. Seguro que tu abuelo era un gran hombre, porque en ti, he visto una gran mujer.
Me encanta como describes tus recuerdos, se ven puros y verdaderos.
Besos!
Seguro que tu abuelo era un gran hombre, porque en ti he visto una gran mujer.
Me encanta como describes tus recuerdos, son sentimientos puros y verdaderos.
Besos!
Gracias por tus palabras 😊
Pingback: Si tú me dices ven… | Aún tengo la vida
Pingback: “Cantemos a Burgos…” | Aún tengo la vida
Pingback: Va por ti, Abuelita | Aún tengo la vida
Pingback: Va por ti, Abuelita | Aún tengo la vida
Pingback: El legado del Vicente Calderón | Aún tengo la vida
Pingback: HOMENAJE EN ROJO Y BLANCO | Aún tengo la vida