CONSECUENCIAS

Febrero tiene los días contados. Con él parece que estamos dejando atrás a la tercera ola de este virus que tantas vidas se está llevando por delante. Parece que podemos se optimistas por el descenso mundial de los contagios. Quizás los efectos de la vacunación comiencen a ser palpables. En marzo se cumplirá un año desde que comenzara el primer severo confinamiento y todavía estamos dando la batalla a la pandemia. Queda menos, pero nadie nos puede asegurar cuando podremos celebrar el final. Al menos, con la llegada de la primavera dejaremos atrás los días oscuros y grises que este duro invierno nos ha dejado. La luz es fundamental para levantar el ánimo ya que éste se está viendo afectado por todo lo que estamos viviendo. Los días pesan pero pasan. 

Como también pasan factura las consecuencias de nuestros actos. Si hablamos de la pandemia, hay que tener responsabilidad individual; si hablamos de la últimas elecciones catalanes, hay que asumir los resultados y tomar medidas y si hablamos de la violencia que se está produciendo, sin duda, hay que condenarla. La violencia no está justificada bajo ningún concepto. Las imágenes de ciudades como Madrid, Valencia y Barcelona son lamentables, y encima, en plena pandemia. 

Y en la situación en la que nos encontramos, muchos ya piensan en la Semana Santa. Quizás no sea buena idea hacer planes, pero aunque queda un mes, es cierto que de ilusión también se vive. Hay quienes ya hablan de la posibilidad de una cuarta ola, pero si hacemos bien las cosas ésta puede ser evitable y la “normalidad” está cada vez más cerca. Hablan de vacunaciones masivas pero cuando lo vea me lo creeré porque las palabras se las lleva el viento y el tiempo demostrará si las prometidas vacunas llegan a tiempo.

Precisamente, el tiempo es el que nos ha ido mostrando cómo nos hemos ido adaptando a esta nueva realidad, cómo hemos renunciado, a duras penas, a lo que más queríamos y será, más pronto que tarde, cuando nuestro feliz pasado vuelva a ser nuestro presente. Eso sí, en él estarán las lecciones que esta pandemia nos ha dejado. 

Y no puedo obviar, dadas las circunstancias, de dejar de hablar del Atleti. Ahora debemos ser fieles al “nunca dejes de creer” porque la pérdida de puntos en la Liga ha sido evidente aunque el liderato sigue siendo nuestro. Todo es para darle emoción a la competición, si no se sufre no hay aliciente. Veremos qué pasa esta noche ante el Chelsea en la Champions. Encarrilar la eliminatoria estaría muy bien dadas las circunstancias, pero el Atleti es imprevisible y eso su afición lo sabe. De hecho, está preparada para aguantar hasta el pitido final pase lo que pase. Si hay que sufrir se sufre porque en los tiempos que vivimos cada uno decide alejarse de la realidad como quiere y si son noventa minutos de fútbol viendo al equipo que tantos sentimientos y recuerdos remueve bienvenidos sean. Cada uno elige cómo evadirse de la pandemia, pero lo bueno, sin duda, es olvidar, por un momento, la dura realidad para coger aire y seguir tirando para adelante hasta que hablemos del coronavirus en pasado. El futuro siempre es incierto y ahora nuestro presente tiene un exceso de incertidumbre.

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CONJUGACIÓN DEL VERBO VIVIR

No todos los datos van a ser malos. Ya se ha superado el millón de personas inmunizadas y otras miles están esperando la segunda dosis. Poco a poco se llegará a alcanzar la cifra anhelada pero, vacunados o no, hay que seguir extremando las precauciones. Recuperar nuestra vida normal nos va a llevar tiempo aunque me consuela pensar que cada día que pasa es un día menos. Parece que la curva se estabiliza y eso es buena señal. Pensar en positivo es algo a lo que no pienso renunciar y, por eso, me aferro al lado bueno de las cosas. El futuro, con pandemia o sin ella, siempre es incierto, pero el presente es único. Solamente por eso no hay que desaprovechar lo que nos ofrece la vida. 

Es cierto que hay días que se ponen cuesta arriba porque, precisamente, a la pandemia hay que añadirle los contratiempos que la rutina trae consigo. Eso sí, no hay que olvidar que la fortaleza de uno mismo crece en tiempos adversos. Llevamos muchos meses anhelando todo a lo que hemos renunciado y aunque la incertidumbre se adueñe de nuestra “nueva normalidad” no hay que rendirse. Y para no derrumbarse hay estar ocupado. Pensar demasiado puede ser muy perjudicial para nuestro estado de ánimo. Procuro ocupar mis días haciendo lo que más me gusta, pero hasta eso puede llegar a aburrirte de manera soberana. Así que hay que adentrarse en terreno desconocido. La pandemia me está demostrando que entre fogones no me manejo tan mal o que el bricolaje puede ser otra de mis aficiones. Sin duda, en otros tiempos no me lo hubiese planteado. 

Además de seguir con “mis rutinas”, esta semana vuelve la Champions. Otro aliciente. El Atleti está en racha y hay muchas ganas de ver a los de Simeone pelear por la anhelada “Orejona”. Es cierto que echo de menos ir al Metropolitano y confieso que al principio no soportaba ver los partidos de fútbol sin público, pero a todo te acostumbras. Eso sí, el día que los colchoneros volvamos a las gradas no habrá manera de hacernos callar. Romper ese silencio será una señal de victoria porque la pandemia estará más que controlada. Ojalá llegue pronto esa jornada de Liga, de Champions o de la competición que sea. Lo importe siempre será volver y, por supuesto, recordar a quienes, por desgracia, ya no están con nosotros. Hasta entonces, me aferro a los recuerdos. Dicen que no es bueno mirar al pasado pero, dadas las circunstancias, rebuscar en la memoria esos momentos que te hacen sonreír puede ser una buena terapia. 

Si de terapias médicas hablamos, estamos por el buen camino. Afortunadamente la ciencia ha avanzado y los científicos van demostrando cuales son los mejores tratamientos para aplacar al virus. Confiar en su trabajo es fundamental, pero para que lo puedan desarrollar plenamente necesitan que se invierta en ello. Quizás el Gobierno debería tomar nota de esto. De los que nos gobiernan es mejor no hablar porque cada decisión que toman provoca las alabanzas de unos y las críticas de otros. Nunca llueve a gusto de todos, aunque lo único que nos debe preocupar en estos momentos es nuestra salud y para cuidarla hay que empezar por la responsabilidad individual. Ya tendremos tiempo de rendir cuentas con los políticos en las urnas. Ahí se plasmará la valoración que se hace de toda la gestión. Hasta entonces cuidémonos todo lo que podamos sin olvidarnos de conjugar, aunque sea de una manera diferente, el verbo “vivir” en tiempos de pandemia.

Jimena Bañuelos (@14ximenabs)

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SALDREMOS ADELANTE

No nos queda otra que aferrarnos a lo positivo aunque, a veces, resulte complicado encontrar ese hilo de esperanza en nuestro día a día. Es cierto que las cifras parece que dan un ligero respiro, pero no hay que confiarse. Está más que demostrado que cuando se baja la guardia volvemos al punto de partida. Un punto muy duro en el que todo cambió. Ahora, aunque el confinamiento no es tan estricto, no hay duda de que ese punto marcó un antes y un después en nuestras vidas. No estábamos preparados para vivir todo lo que está sucediendo. Por ejemplo, nadie nos enseñó cómo se actúa en situaciones tan complicadas, nadie nos avisó que las emociones son difíciles de gestionar, en definitiva, hemos ido aprendido a través de la experiencia, a pesar de que no siempre esas lecciones son fáciles de digerir. Estamos superando, con mucho esfuerzo, una pandemia que dejará huella de una manera o de otra en todos nosotros. Se está llevando muchas vidas por delante, está dejando unas secuelas con las que habrá que seguir viviendo porque esto pasará pero la vida continúa, de hecho, no podemos dejar de vivir en tiempos de pandemia. Vivir de otra manera, pero en definitiva, vivir porque cada día que pasa no vuelve.

Afortunadamente, los días van transcurriendo aunque cada vez pesen más. El hartazgo, la angustia, el sufrimiento son más que evidentes. Por eso, también hay que hacer frente a todos esos pensamientos negativos que nos invaden en nuestros momentos de mayor vulnerabilidad. Pensar en las vacunas puede ayudar aunque la incógnita con ellas no nos deja indiferentes. Quizás sea un buen momento para reflexionar en qué se debe invertir. La investigación, en general, es importante. Apostar por ella es algo de lo que nos beneficiaremos todos el día de mañana. En España hay muy buenos investigadores y lo triste es que no tengan recursos o se tengan que ir fuera para poder desarrollar su potencial. Ojalá que de esta pandemia quienes nos gobiernan se den cuenta de ello porque a juzgar por las últimas noticias tienen otras prioridades. De momento, todo su foco está puesto en las elecciones que se celebrarán el próximo domingo en Cataluña. La política es la política. Ahí, a pesar de los protocolos y las restricciones lo importante es que los ciudadanos depositen su papeletas para que otro conserve su sillón. Es una semana de promesas por parte de todos aunque lo importante es que hagan balance de cómo han sido los años anteriores. Veremos qué sucede no solo con los resultados electorales, sino con el número de contagios. 

Un número que es preocupante y que hay que frenar. De hecho, quienes siguen al pie del cañón nos piden, diariamente, por todo tipo de redes sociales mucha responsabilidad. Nuestros sanitarios están exhaustos y se merecen nuestra colaboración. Pero en esto también ha habido un punto de inflexión porque cuando los aplausos quedaron atrás, la crispación se cebó con ellos. Ahora bien, afortunadamente cada persona es un mundo y hay de todo. Hay quienes agradecemos su labor y quienes boicotean un hospital que está salvando muchas vidas y evitando un colapso sanitario, pero esto es “harina de otro costal” en las circunstancias que vivimos. 

En fin, seamos positivos, seamos optimistas, seamos responsables y, por supuesto, seamos críticos ante las decisiones incomprensibles. De éstas, llevamos muchas y sus resultados están en entre dicho. Si se tira mucho de la cuerda se rompe y ahora no está el ambiente como para caldearlo más. Es otra consecuencia de resistir una pandemia y soportar la incompetencia de unos ignorantes. 

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LA IMPORTANCIA DE SONREÍR EN LA ADVERSIDAD

Dejamos atrás el mes de enero con una situación desoladora. En plena tercera ola con la vacunación estancada y sin un plan concreto cuesta ser optimista. Las fuerzas flaquean porque las noticias nos traen, a diario, una de cal y otra de arena. Es difícil entender las restricciones de muchas comunidades cuando las insensateces siguen prevaleciendo. La paciencia tiene un límite y éste ya se está empezando a superar. Aún así no hay que perder la esperanza, por eso, confiemos en que en febrero, al menos, dobleguemos la curva para recuperar una estabilidad que tanto necesitamos. 

También es una necesidad saber ocupar la mente para que ésta no juegue en nuestra contra. Nos piden que nos autoconfinemos y aunque la experiencia del pasado mes de marzo fue muy dura, ahora depende de nuestra responsabilidad individual decidir cómo ayudar a nuestros sanitarios. Distraerse es lo mejor que podemos hacer y, afortunadamente, la tecnología juega a nuestro favor. Unas buenas películas o una serie de infinitas temporadas pueden ser buenas aliadas para conseguir que el tiempo pase, pero leer una novela también. Evadirse de la realidad es una buena terapia para “desintoxicarse” del exceso de datos, de información y de noticias falsas que invaden nuestro duro rutina. Por supuesto, no hay que olvidarse del deporte rey. El fútbol sigue dando grandes momentos a sus aficionados. Hasta los malos resultados consiguen aliviar el estrés en general y, si no que se lo que pregunten a los merengues del Real Madrid que en la Liga no levantan cabeza. Los de Zidane no dejan de sorprenden y se han convertido en la mejor fuente de inspiración de muchos chistes. Todo lo que consiga sacar una sonrisa en tiempos de pandemia es bienvenido. 

Sonreír no siempre es fácil, pero es una necesidad. Hasta las peores noticias hay que asumirlas con una sonrisa cargada de esperanza y optimismo. Al menos a mí me funcionó cuando, tal día como hoy, me dieron la peor noticia de mi vida. No digo que sea fácil de hacer y, por supuesto, de asumir pero el tiempo, aunque pase despacio, va dando respuestas y soluciones a la adversidad. Confieso que borraría del calendario el 2 de febrero de por vida, pero solo puedo sobrellevar el día y pensar que son 24 horas de recuerdos que me acompañarán para siempre. Lo bueno es que cada mañana sale el sol y te recarga la energía que en un día puedes perder. 

Y perder, precisamente, no es lo que más me gusta. De ahí que gané la batalla y, estoy convencida que esta pandemia entre todos la superaremos, aunque para ello tengamos que sacrificar muchas cosas. Vendrán tiempos mejores y en nuestra mano está su pronta llegada. No hay ninguna duda de que hay que poner todo de nuestra parte. Estamos cansados y abatidos, pero rendirse no es una opción. Anhelamos las vacunas pero éstas también nos han traído más incertidumbre. Algo de lo que ya íbamos sobrados. Si combinamos el  ¿Cuándo llegarán? con el ¿Cuándo me vacunarán? La ansiedad se dispara. La incompetencia de unos, la pagamos todos. Ya va siendo hora de pensar en el bien común, pero ¿qué se puede esperar cuando ves  a quienes por egoísmo priorizan su vacunación ante  los mas vulnerables al virus? 

Decían que de esta pandemia salíamos más fuertes. Más fuertes no lo sé, porque de momento lo único que se ha fortalecido es la crispación y ésta no es buena. El tiempo nos mostrará cómo salimos de ésta porque el futuro no está escrito por mucho que nos intenten convencer de él. Cuando la pandemia llegue a su fin, cada persona sacará su propia lectura de ella y asumirá sus enseñanzas y sus consecuencias. Esto es así y no necesita de ningún decreto; esto será la realidad individual y somos puro sentimiento. 

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RESEÑAS, COMENTARIOS DE USUARIOS, Y ALGO MÁS

Fuente de información de otros usuarios. Consultar valoraciones se ha convertido en un recurso muy extendido.  Antes de acudir a un restaurante, el 95% de los consumidores contrasta opiniones previas, y para adquirir grandes electrodomésticos, un 89% consulta reseñas online. Un 48% de ciudadanos reconoce mucha influencia cuando de buscar hoteles se trata. El 76% de la población escribe alguna reseña, tras usar el servicio de un hotel y un 67% tras pasar por un restaurante.

Los aspectos de las reseñas a los que se presta más atención es. – valoración media global (estrellas). Las reseñas online no equivalen a una evaluación técnica y objetiva. 

Según diversos estudios, el porcentaje aproximado de reseñas falsas en internet es del 10%.  Hay opinadores a sueldo. El sistema es asimétrico, son muchos los usuarios pasivos, y pocos los comentaristas activos. 

Las opiniones de otros, vienen de un igual, al que dotamos de confianza, no es publicidad de empresa. Nos aportan información y reducen incertidumbre, consideramos que evitan errores, tendemos a adaptarnos a las opiniones y comportamientos de la mayoría como la psicología ha demostrado en diversos experimentos. 

El boca a boca digital funciona, la mercadotecnia influyente utiliza una publicidad enfocada a los individuos. Ahí están los “influencer”, personas con credibilidad sobre un tema concreto, y en una comunidad determinada, capaces de persuadir y modificar el comportamiento de las decisiones de su audiencia. 

Por otro lado, y durante el confinamiento se han utilizado apps como “House Party”, para realizar videollamadas con personas a las que se quiere. 

La pandemia se ha acompañado de teorías delirantes, estrafalarias, de la conspiración. Una vida impredecible, donde crece la desconfianza, desde un componente emocional. Bulos, patrañas, negacionismo, gobiernos en la sombra, preguntas retóricas e insidiosas, dudas que son sembradas y buscan convencer al más escéptico. 

El confinamiento impulsó la búsqueda en las redes de lo que pasaba en el mundo, ya antes teníamos entre otras, teorías antivacunas, que cuestionan sus beneficios. También hay quien niega el Holocausto, el asesinato de Kennedy, la llegada del hombre a la luna, el 11-S. Estas teorías de conspiración son evidentemente erróneas, pero dotan de control, de predictibilidad. La ecosfera de la sospecha, de la desconfianza en el poder se dispara en tiempos de honda preocupación social, de falta de control. 

Ante la complejidad de la realidad diaria, y desde la distorsión del proceso cognitivo, se niega el azar, el accidente. Se busca señalar un culpable, un enemigo, un presunto complot. La palabra complot resurge, para probar una convicción, una creencia de que un pequeño grupo de personas dirige el mundo (Bill Gates; George Soros…). Teorías bizarras, especulaciones, que van desde Pearl Harbor a Lady Di, pasando por la afirmación de que la Tierra es plana, o el calentamiento mundial, un cuento chino. 

La “conspiranoia” deforma la realidad, parte de premisas no demostradas, no aportan ni una prueba científica, se apoya en explicaciones estrambóticas, muy extravagantes. Oímos hablar de los Illuminati, del contubernio del club Bilderberg. La explicación psicológica de estos dislates con características propias de los delirios, es que hay quien precisa creerse ficciones para explicarlo todo, parten de un sesgo de confirmación y reciben la sensación de pertenencia. 

Javier Urra

Prof. Dr. en Psicología y Dr. en Ciencias de la Salud

Académico de Número de la Academia de Psicología de España