EVADIRSE CON LOS LIBROS

Vivimos marcados por días señalados y uno de ellos es, sin duda, el 23 de abril. El día del libro es una fiesta para quienes amamos la lectura. Es cierto que para gustos están los colores, como suele decirse, pero los libros tienen un infinita variedad. Pueden ser de suspende, de amor, de miedo, de fantasía, de aventuras, de autoayuda… En definitiva ningún lector está huérfano de escoger la historia en la que quiere adentrarse. Esa historia que le lleva a otra realidad y que consigue, precisamente, alejarle de la que vive en su día a día. Evadirse es primordial y, un libro siempre conseguirá sorprendernos de alguna manera, porque su capacidad para no dejarnos indiferentes va intrínseca en ellos. No siempre es fácil buscar un hueco en la rutina para abrir un libro y más, hoy en día, en el que las series proliferan a una velocidad abismal, pero dice el refrán: “Querer es poder”, y por eso, no hay excusas que valgan para disfrutar de la lectura. Confieso que tengo una buena torre de libros pendientes, pero verla me saca una sonrisa porque me esperan grandes historias y aventuras. Sin duda, tengo ganas de adentrarme en “Libres” de Ana Santamaría y disfrutar de cada uno de los cuentos que ha elegido minuciosamente para debutar como escritora. Lo mismo me sucede con “Talhara” de Antonio García Barbeito y así con cada uno de ellos…

Decía el escritor norteamericano Edmund Wilson que “no hay dos personas que lean el mismo libro” y es cierto, porque todo nos influye cuando nos adentramos en sus páginas. Ya se sabe que el recuerdo que deja un libro, a veces, es más importante que el libro en sí. Yo no podría decir cuál es mi favorito porque quedarse con uno sólo no es fácil. Si bien es cierto, hay un pequeño grupo que releo con gusto porque sus enseñanzas y sus aventuras siempre son reconfortantes. El autor francés François Mauriac lo tenía claro: “Dime lo que lees y te diré quién eres, pero te conoceré mejor si me dices lo que relees”. Eso sí, no puedo negar que hay uno que siempre ocupará un lugar especial en mi corazón. Aún tengo la vida nació de mi propia experiencia, de mi propia valentía y sobre todo, de esa lección de vida que marcó un antes y después. En el fondo, cada uno escribe sus propios capítulos y no todos son fáciles, pero sí se puede aprender de cada vivencia. 

Sé, como bien dijo Borges, que “el verbo leer, como el verbo amar y el verbo soñar, no soporta el modo imperativo” pero siempre es agradable dar buenos consejos. Leer puede ser un hábito en tu vida, solo hace falta dar, a los libros, esa oportunidad. No siempre se acierta a la hora de elegir, pero también de los errores se aprende. Aconsejar tampoco es una tarea fácil, pero quién te conoce bien sabrá acertar con el adecuado. Es cierto que en mi caso, por ejemplo, es sencillo porque en mis estanterías los hay de todo tipo. En su día dijo Vargas Llosa: “Aprender a leer es lo más importante que me ha pasado en la vida”, sin duda, es una de las mejores cosas y, de hecho, es hasta un vicio.

Un vicio al que no renunciaré nunca, porque el poder de los libros es indescriptible. Coincido con Borges en que: “Uno no es lo que es por lo que escribe, sino por lo que ha leído”. Un libro siempre enriquece y eso se nota. Por eso, no me demoro más escribiendo porque me voy a poner a leer. Tengo ganas de comenzar todas las aventuras que me esperan… Os iré contando.

Jimena Bañuelos

Enlace en El Valle (México): https://elvalle.com.mx/columnas-y-opinion/story/44257/evadirse-con-los-libros

MUCHA VIDA DESPUÉS DEL TRASPLANTE

Ya hemos dado la bienvenida a la primavera y hemos cambiado la hora al reloj para poder disfrutar de más horas de luz. El tiempo acompaña, la Semana Santa está a la vuelta de la esquina y el mes de marzo está agotando sus días. Todo pinta bien para rematar el tercer capítulo de los doce que tiene el año. Tengo que destacar que mañana, por ser el último miércoles del mes, se celebra el ‘Día Nacional del Trasplante’, un día para celebrar que la vida da segundas oportunidades a quienes han recibido uno. Nadie sabe cuando puede necesitar la ayuda de otra persona, por eso, nunca hay que dejar de lado la generosidad, porque ésta puede dar un giro de ciento ochenta grados en la vida de cualquier persona. 

En mi caso, esa segunda oportunidad llegó de un donante de médula que lo cambió todo. La ilusión de saber que tenía un donante me hizo afrontar con más fuerza la recta final de aquella leucemia que se convirtió en la protagonista de una historia, la de mi vida, a la que no estaba invitada. Muchos amigos se convirtieron en grandes compañeros de batalla, pero, es cierto, que necesitábamos a ese donante que liderara la batalla final. Un giro en la historia que me ha permitido seguir cumpliendo sueños y viviendo experiencias únicas. También, me enseñó a valorar las pequeñas cosas y, por supuesto, a saber cuales son las prioridades que tienen que regir el día a día. El tiempo es oro y la vida es única, por eso, no merece la pena malgastar “ese oro” con quien no lo merece. 

Aprender a valorarse es primordial para marcar la diferencia entre lo que puede estar en tu vida para siempre o lo que, simplemente, está de paso. Esto sin olvidar que nosotros mismos estamos, a su vez, de paso. Por eso, alejarse de lo tóxico es fundamental para que nuestra propia felicidad no se contagie de aquello que podemos evitar. La vida es una constante toma de decisiones, pero siempre tiene que primar nuestro bienestar y nuestra alegría. Nadie tiene derecho a borrarnos la sonrisa porque no sepan valorar algo tan simple como que en la vida en un segundo todo puede cambiar, para bien o para mal. Está claro que cuando has recibido un trasplante, la escala de valores varía y no todos comprenden el verdadero poder que te da haber aprendido que la vida es mucho más que una opinión, que un qué dirán o que unas palabras dichas para hacer daño. 

No concibo perder mi tiempo con quien no valora lo que eso significa. Vivo de regalo, nunca mejor dicho, porque alguien me ‘regaló vida’ y, por eso, todo lo que aprendí en las habitaciones del hospital entre quimios, punciones medulares y tratamientos muy duros no lo olvidaré jamás. Llevo grabado a fuego en mi mente esas lecciones y nadie puede cuestionarme aquello que son mis principios. Luzco mis cicatrices con orgullo porque éstas me recuerdan donde he estado y lo que he peleado, pero no me dicen a dónde voy porque el destino será quien marque el porvenir. Un porvenir que también irá acompañado con esos “daños colaterales” o secuelas que quedaron después de plantarle a cara a la leucemia y vencer con honores en el trasplante de médula. Serán mis compañeras de vida, pero nadie puede hablar de ellas, ya que son mías, vivo con ellas y no me arrebatan la felicidad. 

Por eso, teniendo claro que ser feliz es lo que cuenta, y que “aún tengo la vida” que es lo más preciado, celebro el “Día Nacional del Trasplante” asegurando que mi sonrisa no se toca y que la historia la escribo yo ‘de mi puño y letra’ y no voy a permitir que nadie me sostenga el bolígrafo. 

Jimena Bañuelos

Enlace en El Valle (México): https://elvalle.com.mx/columnas-y-opinion/story/43380/mucha-vida-tras-el-trasplante

PASADO, PRESENTE Y FUTURO

La nostalgia endulzada de estos días ha dado paso a las ilusiones del año que acabamos de estrenar. Atrás quedó el pasado y sin cargar con él hay que afrontar todo lo que nos deparen los días venideros. No siempre es fácil desvincularse de él porque algún que otro lastre nos puede acompañar en nuestro día a día. Convivir con ellos, quizás, sea la mejor solución para poder disfrutar del porvenir. El destino es caprichoso y por delante nos quedan muchas jornadas hasta que vuelva a llegar el momento de hacer balance de un año a punto de caducar. 

Las ilusiones no caducan y los sueños tampoco. Pueden ir cambiando con el paso del tiempo, pero nunca dejan de existir. Son ese motor que nos impulsa a hacer cosas que no están en nuestros planes, pero es en esos momentos en los que nuestro propio empuje debe vencer al miedo. Un miedo que nos acompaña, pero que no tiene licencia para arrebatarnos la alegría y la satisfacción que conseguimos al alcanzar aquello que creíamos inalcanzable. Obviamente, y seguro que en el deseo de todos, está la salud. Sin ella poco se puede hacer. Es el pilar fundamental para afrontar los reveses que no están en la hoja de ruta que nosotros nos marcamos. Lo cierto es que a la vida poco le importa los planes que tengamos porque ya se encarga ella de hacer la correcciones precisas al guión que nosotros mismos nos hemos escrito. 

Precisamente, son esas correcciones las que nos hacen crecer como personas. Nos enseñan a descubrirnos, a valorarnos, a conocernos y, por supuesto, a adaptarnos a ellas nos guste o no. A la vida no se la puede hacer correcciones, somos las personas las que tenemos que aprovecharnos de ella para sacarle el máximo partido en las buenas y en las malas. La vida solo se vive una vez y ya que estamos de paso no es necesario ponerle tantos “peros”. Es cierto que el futuro tiene como ingrediente fundamental la incertidumbre y a su vez la emoción por ver que nos depara. No es complicado plantearse como nos gustaría que fueran los próximos meses, pero lo cierto es que en nuestra mano está convertir este año, que está recién estrenado, en el mejor de nuestras vidas y así sucesivamente. 

La esperanza dicen que es lo último que se pierde y siempre está ahí para hacernos mejorar. También ayuda, y mucho, llenarse de ella. Es una buena compañera en los buenos y los malos momentos. Siempre se puede mejorar porque la felicidad no es estática. Ésta en un segundo puede aparecer y desaparecer, pero siempre será uno de los pilares fundamentales de la vida. En definitiva, ser feliz es lo que cuenta y cada uno sabe como alcanzarla. 

Por eso, entre mi “aún tengo la vida” y “ponerme la vida por montera” hay una línea muy fina. Vivir es lo único que se puede escribir en esa línea y mientras ésta esté recubierta de salud solo puedo sonreír al día a día y disfrutar cada momento. Así serán los recuerdos que deje en el pasado cuando el 2023 se agote, pero hoy son mi presente y toca vivirlo.   

Jimena Bañuelos

CUMPLIENDO 16 AÑOS… GRACIAS A MI DONANTE DE MÉDULA

Olvidar el pasado es relativamente fácil siempre y cuando éste no llame a la puerta de tu mente y entre sin ser invitado. No se puede bloquear aquello que marcó un antes y un después. A veces, lo más duro no es dejar atrás el pasado sino aprender a empezar de cero. Y hace dieciséis años anhelaba que todo saliera bien en mi “día cero”. Un día con el que soñé desde que la leucemia truncara todos mis planes. Aquel cambio de guión fue muy duro para una joven de veintiún años que lo único que quería era disfrutar de los últimos cursos en la universidad. Sin embargo, la vida tenía otros planes cargados de una lección, precisamente, de vida difícil de olvidar. Reconozco que maduré de la noche a la mañana y mis prioridades cambiaron a la misma velocidad. La supervivencia requiere de fuerza y ésta aprendí a sacarla no sé bien de dónde, pero siempre estuvo a mi lado. Reconozco que flaqueé, pero quienes estuvieron conmigo en todo ese proceso fueron, sin saberlo, los motores por los que estaba dispuesta a soñar con el futuro en todas las habitaciones por las que pasé hasta que llegó el día del trasplante médula. 

La incertidumbre no es buena compañera, pero la esperanza siempre prevaleció ante las dudas que iban surgiendo en los diferentes ciclos de quimioterapia. Reconozco que he podido olvidar pasajes de aquel 2006, pero hay capítulos que los llevo grabados a fuego en el corazón y en la memoria. Hoy es un día en el que celebro la generosidad de mi donante y, por supuesto, la vida. Cumplo dieciséis años cargados de grandes momentos y de sueños cumplidos, pero no puedo no emocionarme al revivir en mi mente y sin yo quererlo aquella tarde en la habitación de La Princesa. El ir y venir de la enfermeras, de las auxiliares, de las doctoras y, por supuesto, la imagen de mi madre y mi padre cogiéndome la mano siempre que estaban a mi lado. Ahí reside eso que llaman la fuerza de la vida porque todo iba a cambiar a partir de ese día cero. Se acababa la quimio y la radio y con el paso de los días y los meses volví a tomar las riendas de mi vida. Tenía claro que el miedo no me podía impedir vivir. Poco a poco, todo se fue encarrillando y la segunda oportunidad que me dio la vida me ha llevado a soplar hoy otra vela más. 

Una vela que tiene nombre y apellidos aunque no lo conozca, pero ese donante lo cambió todo. Sé que vivo de regalo y soy consciente de ello, pero sé, también, que el mejor regalo que me han hecho nunca llegó en el peor momento de mi vida. “Tienes un donante de médula compatible” fue la frase de mi hematóloga. No venía envuelta en ningún paquete pero traía una sonrisa, una emoción y una vitalidad inigualable. Soñé con el “día cero” durante meses y cuando pasó todo el proceso a pesar del cansancio sabía que llegaría el momento de volver a disfrutar de la vida como nunca antes lo había hecho. 

Ahora, dieciséis años después, los días previos al 14 de septiembre me desvelan los recuerdos. No sé si el tiempo podrá borrar eso porque el pasado determina el futuro. Todo cambió de repente para mal cuando me dieron el diagnóstico y para bien cuando supe que tenía un donante compatible. Está claro que en un segundo todo puede cambiar. 

No puedo acabar este día de celebración sin hacer un llamamiento a la donación de médula. Muchos  pacientes están esperando marcar el “día cero” en su calendario personal. Un pinchazo de generosidad lo puede cambiar todo y creedme que es inolvidable vivir ese momento. 

Por eso y dado que “aún tengo la vida” brindaré un año más por la salud y sin ponerle ningún pero al verbo “vivir” seguiré luchando por mis sueños. Ya dijo Kierkegaard que “la vida solo puede ser comprendida mirando hacia atrás, pero ha de ser vivida mirando hacia adelante”…

Jimena Bañuelos (@14ximenabs)

LA RIQUEZA DE LOS LIBROS

Los libros han salido a las calles como cada 23 de abril. Es una alegría recuperar las viejas costumbres. Reconozco que en este día del libro o Sant Jordi no he recibido ninguna rosa, ni me he comprado ninguno con motivo de su festividad, pero a diario vivo atrapada en las páginas de alguna obra. Siempre tengo lecturas pendientes, de ahí que haya anotado en mi lista de “pendientes” los que me gustaría tener entre mis manos más pronto que tarde. 

Los libros son buenos aliados para adentrarnos en diferentes historias que nos lleven más allá de nuestra realidad. Pueden ser de intriga, de fantasía, de amor, de aventuras, de historia… Por eso, no hay excusas que valgan para no leer. La variedad es muy amplia y un libro nunca te deja indiferente tanto para bien como para mal. No es fácil aconsejar a otra persona sobre uno en concreto porque los gustos son muy personales aunque en mi caso, un libro siempre es bienvenido. No tengo preferencias sobre los temas ni sobre los autores. Obviamente, tengo a mis favoritos, pero siempre me gusta descubrir a nuevos escritores que me brinden la oportunidad de disfrutar de sus letras. 

Decía Addison que “la lectura es a la mente lo que el ejercicio es al cuerpo” y si hay que hacer deporte por salud, quizás también tengamos que entrenar nuestra mente. Reconozco que no a todo el mundo le gusta leer, además, comparto estas palabras de Borges al pie de la letra: “El verbo leer, como el verbo amar y el verbo soñar , no soporta ‘el modo imperativo’” pero siempre es agradable dar buenos consejos. Leer puede ser un hábito en tu vida solo hace falta dar, a los libros, esa oportunidad. Una oportunidad que les di desde niña y el paso de los años solo ha incrementado mi gusto por la lectura. Es algo que engancha porque es una buena medicina cuando necesitas alejarte de la realidad. Siempre hay un libro para cada ocasión. Algunos son releídos infinitas veces y cada vez que abres sus páginas adquieres una lección diferente porque los matices de sus letras dejan otra  huella en tu mente. Mi debilidad siempre será mi propio libro: Aún tengo la vida. Su historia siempre me llenará de fuerza para afrontar el futuro porque marcó un antes y un después en mí como persona. Sus lecciones de vida nunca se olvidan. Y hablando de releer cito al escritor francés François Mauriac: “Dime lo que lees y te diré quién eres, pero te conoceré mejor si me dices lo que relees”. 

El día del libro es el pistoletazo de salida para las Ferias del Libro que están por venir. Los lectores empedernidos corremos un riesgo muy serio en ellas. Eso sí, un riesgo asumible gracias al poder que estos tienen. Por eso, aunque el 23 de abril no haya ninguna novedad en mi biblioteca seguro que en los meses que vienen caerán esos “pendientes” de los que he hablado al principio. Tengo tiempo para hacer sitio. Me resisto al libro digital porque el papel siempre será el papel. Son costumbres que la tecnología no puede cambiar de un plumazo. Coexisten los dos pero si tengo que elegir me quedo con lo de siempre al igual que siempre me gusta regalar libros que me han cautivado para conocer otro punto de vista. Recuerdo muy bien la frase del escritor norteamericano Edmund Wilson: “No hay dos personas que lean el mismo libro”, ahí reside su riqueza. 

Una riqueza que me gusta trasladar a quienes son remolones con la lectura. Un buen libro no te deja indiferente, pero para ello hay que darles la oportunidad de que lleguen hasta nuestra mente. Todo es ponerse…

Jimena Bañuelos (@14ximenabs)

Enlace El Valle: https://elvalle.com.mx/columnas-y-opinion/story/32861/la-riqueza-de-los-libros

SUEÑOS

“La posibilidad de realizar un sueño es lo que hace que la vida sea interesante”. Estas palabras de Paulo Coelho son de sobra conocidas pero en ellas se alberga todo un mundo lleno de ilusiones. Los sueños son ese motor que nos mueve a transformarlos en una realidad. Soñar es, a su vez, alejarse del presente y abstraerse a nuestro mundo más personal. Ese mundo en el que las sonrisas nacen por sí solas mientras la mente elucubra como puede ser la conversión de la imaginación a la existencia. Ese momento, sin duda, es pleno y su satisfacción lo inunda todo y hasta contagia la felicidad a quienes han vivido como luchabas por él.

Una felicidad que siempre es bien recibida porque los momentos malos llegan solos. Hay que reconocer que es un placer ser cómplice de todo este proceso cuando la persona te importa. La alegría compartida siempre se multiplica y hoy en día es más que necesario. Llevamos unos años en los que hemos luchado contra la adversidad, pero a pesar de todo hay que seguir soñando. Habrá sueños aplazados, sueños a corto plazo, sueños que parecen inalcanzables, pero en la vida todo es posible porque los límites nos los ponemos nosotros mismos. Nuestra mente es nuestra mejor aliada pero también nuestro mayor enemigo. Por eso, la constancia no nos puede faltar. Es muy fácil decirlo pero no tanto llevarlo a cabo porque cuando la pereza entra en juego hay que prender con más llama la mecha de los sueños. “Si has construido castillos en el aire, tu trabajo no se pierde; ahora coloca las bases debajo de ellos” como decía el escritor irlandés George Bernard Shaw.

Y volviendo a Coelho, “nunca desistas de un sueño. Sólo trata de ver las señales que te lleven a él.” Una señales que verás cuando estés despierto y afrontes el reto que tantos momentos en babia y noches de desvelo llevas sobre tus hombros. Precisamente, hace cuatro años cumplí un gran sueño que ahora es un bonito recuerdo. En mis manos está “Aún tengo la vida”. Un libro que cuenta una historia que me duele recordar, pero que a su vez me llena de fuerza para afrontar el futuro y la incertidumbre. Fue un sueño durante muchos años y ahora que es una realidad he dejado atrás   el camino que me llevó a afrontar las muchas horas que pasé delante del ordenador poniendo en orden toda esa historia. Obviamente, en todo ese proceso surgieron muchas anécdotas y tuve mis cómplices. Nunca podré olvidar el 22 de marzo del 2018 porque la felicidad inundó su presentación. Su puesta de largo fue un momento mágico porque el sueño se hizo realidad. No era un sueño cualquiera y, por eso, su aniversario es digno de celebrar. 

Sigo soñando la vida y viviendo los sueños porque gracias a que aún tengo la vida continuo construyendo castillos en el aire que poco a poco se irán afincando. Aprendí que sin lucha no hay victoria, pero sin esfuerzo tampoco hay sueños por cumplir. Por eso, hoy cojo el libro en mis manos recordando esa tarde inolvidable y pienso que la vida, esa que solo se vive una vez, cuando te da una segunda oportunidad siempre va a ser mejor que la primera. Me quedan muchos sueños por cumplir y ganas no me faltan. Aniversarios como el de hoy hacen que las excusas y los miedos sucumban al poder de los sueños. A por ellos que para eso está la vida. 

Jimena Bañuelos (@14ximenabs)

Enlace El Valle: https://elvalle.com.mx/columnas-y-opinion/story/31869/suenos

UN GORDO LLENO DE VIDA

Su sonido es inconfundible y su banda sonora consta de números y premios. Si hay un día al año en el que todos despertamos con una ilusión especial es el 22 de diciembre. El sorteo extraordinario de la Lotería da el pistoletazo de salida a la Navidad. Los sueños que nos han acompañado desde que compramos nuestros décimos pueden tener ese empujón económico que necesitamos, pero está claro que las probabilidades son muy pocas. Menos mal que de ilusión también se vive. 

Precisamente, si hablamos de vivir estamos atravesando una época muy dura. “El Gordo” llenará de euforia a los agraciados pero todos tenemos que estar pendiente del verdadero gordo que nos acompaña día a día. La salud es fundamental y la pandemia nos ha enseñado a valorarla aún más. Con ella puedes pelear por cumplir esos sueños que te desvelan. Sin ella poco se puede hacer porque cuando ésta se pierde siempre adquiere un gran valor. Un valor que está en alza desde que el coronavirus lo cambió todo. 

Adaptarse a esos cambios también es importante porque la vida no tiene un guion preestablecido. Jugar nuestras cartas es nuestra mejor opción, aunque el destino también pone de su parte. Mañana, el azar juntará un bolita con un número y otra con el mayor premio. Quienes lo tengan abrirán todos los informativos y derrocharán esa felicidad que solo se ve en este día tan señalado. Ahora bien, hay otros “gordos” en la vida. Unos “gordos” que son más importantes que el que sale mañana, de hecho, te pueden cambiar la vida o regalar vida como fue mi caso.

No puedes huir de tu pasado cuando éste está en tu presente. Convives con él y, por eso, intentas centrarte en lo positivo. De hecho, el destino ha querido que recientemente ese pasado me haya recordado lecciones que tenía algo nubladas. Obviamente, la principal es que “aún tengo la vida” y si a eso me aferré hace quince años no lo puedo soltar ahora. Aquel donante lo cambió todo. Ese “gordo” es el mejor premio que me ha dado la vida. Gracias a él he podido celebrar, de momento, quince navidades. Por eso, aunque comienza una época de nostalgia por los que no están en la que los sentimientos están, en muchos casos, a flor de piel hay que brindar con las personas que quieres por la salud y por un futuro cargado de ilusión. A mi “gordo” le debo sonreír todos los días por la vida que me ha dado. Una vida que me enseñó a elegir lo que me hace feliz. El futuro siempre es incierto pero es de valientes afrontar lo desconocido. Decía el filósofo alemán, Friedrich Nietzsche: “Solamente aquel que construye el futuro tiene derecho a juzgar el pasado”. Del pasado me quedo con todo aquello me ha hecho ser la persona que soy hoy en día. Me enseñó a ser fuerte, a ser resiliente, a ser positiva, a luchar por lo que quiero y, por supuesto, a celebrar cada Navidad. “El gordo” lo cambió todo. Vivo el presente y ahora este presente tiene villancicos como banda sonora, luces por doquier, dulces que cumplen con las tradiciones y muchos momentos por disfrutar. 

Es tiempo de celebrar la Navidad. Es nuestro ahora y el ahora en un suspiro es pasado. Cada uno es autor de su historia, yo la mía la quiero escribir de tal manera que si tengo que releerla sea capaz de sacar una sonrisa. Esto depende de mí. Todo es cuestión de actitud. Así es la vida.

¡FELIZ NAVIDAD!

Jimena Bañuelos (@14ximenabs)

CUMPLIENDO 15 AÑOS… GRACIAS A MI DONANTE DE MÉDULA

Ha pasado el tiempo y no he dejado de festejar este día como si del primer aniversario se tratase. Hoy se cumplen quince años de mi “día cero”, un día que jamás podré olvidar porque, sin duda, marcó un antes y un después no solo en el 2006 sino en el resto de mi vida. Ya nada iba a ser como antes porque la leucemia se encargó de cambiarlo todo de la noche a la mañana. La Jimena que se miraba en el espejo durante aquella época se fue descubriendo a ella misma. Aprendí a afrontar mis miedos, a sacar fuerzas que no sabía que tenía, a valorar los pequeños detalles, a conocer a las personas, a aceptar todos los cambios que la enfermedad produjo en mi cuerpo… Pero tenía claro que no iba a ceder al desánimo, al pesimismo, a la decepción porque mi mente no estaba preparada para eso. No pensaba rendirme porque mis hematólogas siempre estuvieron ahí para responder mis dudas, para darme ánimos y, por supuesto, para librar todo tipo de batallas. 

Cada veinticuatro horas, de hecho, teníamos una batalla diferente. La quimio y sus efectos, las náuseas y sus vómitos, los dolores y sus analgésicos, y cómo olvidar las punciones medulares. No obstante, en mi mente solo había una palabra: Donante. Necesitaba un donante de médula compatible que lo cambiara todo. La incertidumbre no siempre fue fácil de llevar pero siempre tuve la mejor compañía, los mejores aliados para ayudarme a superar los contratiempos. En aquellas habitaciones del hospital pasé muchas noches de insomnio aunque siempre supe que algún día podría celebrar con mis aliados la noticia que más deseaba. Y sin avisar, llegó ese día y las palabras mágicas: “Jimena, tienes un donante de médula compatible. Esto se acaba.” Por fin, tuve una fecha que marcar en el calendario y una imagen imborrable en la memoria que sepultara los malos momentos que tantos estragos me habían dado. 

Mi madre fue testigo de la noticia de mi hematóloga y supimos, con una mirada cómplice entre lágrimas de emoción, que el 14 de septiembre sería el principio del fin para volver a retomar las riendas de mi vida. Mi padre, por supuesto, fue el siguiente en recibir la buena nueva y después todos mis aliados. Tenía 22 años cuando recibí el mejor regalo que nunca me han hecho. Era consciente de que alguien que no me conocía me estaba regalando vida y eso, por muchos años que pasen no se olvida jamás. Aquella tarde de hace quince años fue muy intensa, de mucho trasiego y  no voy negar que el miedo intentó entrar en la habitación 604 del hospital de La Princesa, aunque no lo consiguió. Ahí solo hubo vida y sueños. Muchos sueños que volvieron a mi mente al igual que muchos planes por hacer con mis seres queridos. Ahora, con una sonrisa, puedo asegurar que he cumplido sueños, promesas y que sigo viviendo de regalo gracias a ese joven alemán. 

Y viviendo de regalo es curioso que, últimamente, varios amigos me hayan dicho que cuando están conmigo les regalo vida. No sé si regalo vida, pero desde luego fue la vida la que me enseñó en primera persona a vivirla, a saber priorizar, a saber que batallas quiero librar porque, obviamente, no todo es de color rosa y, sobre todo, me enseñó a ser yo misma, a buscar mi felicidad, la cual pasa por ver feliz a los que me importan, ya que, en definitiva, ser feliz es lo que cuenta. En un segundo todo puede cambiar, prueba de ello es que la misma persona que me dio la peor de noticia de mi vida también me dio la mejor.

Hoy tengo un gran motivo para brindar por la salud, por la generosidad y, por supuesto, por la experiencias que el futuro me depare. Quince años han dado para mucho y estoy agradecida de todo lo que he disfrutado. La vida, esa que sólo se vive una vez, cuando da segundas oportunidades es por algo. Seguiré sonriendo al presente porque motivos no me faltan y seguiré animando a todo el que pueda a hacerse donante de médula. Un gesto que puede dar un giro de ciento ochenta grados en la vida de quien anhela, lo mismo que deseaba yo escuchar hace quince años. Por eso, hoy, más que nunca, me emociono al pronunciar en voz alta que Aún tengo la vida. 

Jimena Bañuelos (@14ximenabs)

CUMPLIENDO 14 AÑOS…GRACIAS A MI DONANTE DE MÉDULA

Catorce años viviendo de regalo

“Cómo han pasado los años…” dice la canción, ya son catorce desde aquel catorce de septiembre que marcó un antes y un después. Recuerdo que cuando todo comenzó empecé a soñar con cómo iba a ser el famoso “día cero”, me preguntaba muchas cosas y ninguna de ellas tenía respuesta porque, antes de eso, tenía que tener un donante de médula compatible. Hasta que llegara la esperada noticia solo podía llenarme de fuerza y valentía para afrontar cada ciclo de quimio con la esperanza de que todo iba a salir bien. No fueron meses fáciles, pero sí fueron meses en los que aprendí a valorar cada momento, a disfrutar de los pocos días que estaba en casa y sobre todo, descubrí el valor de las pequeñas cosas. Afortunadamente, no estaba sola. Día y noche mis padres me llenaban de optimismo e ilusión a pesar de las circunstancias. La unión hace la fuerza y ellos estuvieron al pie del cañón en todo momento. Vivimos en la incertidumbre, en el día a día como nunca antes lo habíamos hecho, pero a la vez, soñábamos con un futuro porque esos sueños que nacieron en la cama del hospital, hoy ya se han hecho realidad. Y eso, significa que la vida me ha dado una segunda oportunidad. 

Una oportunidad que empezó el día que me dijeron que tenía un donante de médula compatible. Sin duda, la mejor noticia que me han dado nunca. Aquel martes y trece también forma parte de mi historia, de mi vida. La alegría me inundó de tal manera que solo podía pensar en lo que iba a suceder tal día como hoy de hace catorce años. Me enfrentaba a lo desconocido, pero ya tenía mucho ganado a la leucemia que de repente se apoderó de las riendas de mi vida. Aquella tarde la recordaré siempre por muchas cosas. Una de ellas era la mezcla de sentimientos. Tenía miedo, dudas, optimismo, ilusión y sobre todo, mucha confianza en los médicos y enfermeras que habían vivido conmigo la experiencia más dura de mi vida. Había llegado el “día cero” y desde ese momento solo quería una cosa: sumar días. Los primeros no fueron fáciles pero, poco a poco, cumplí un año y así he llegado, de momento, hasta los catorce. Ese seré el número de velas que tendrá la tarta de mi cumple-vida. Hoy, sin duda, no es un día cualquiera. 

Hoy es un cumple-vida que me llena de recuerdos, me traslada al pasado y hasta consigue, año tras año, que los ojos se me pongan vidriosos. No se puede olvidar algo así, ni se puede obviar todo lo vivido en el 2006. Además de mis padres, muchos me acompañasteis para hacer frente a la leucemia. Hoy brindaré por mi donante, por mi familia y por todos vosotros, porque aunque dicen que no hay que mirar al pasado, a veces, éste nos recuerda lecciones aprendidas y nos llena de fuerza para afrontar las dificultades del futuro. Y más en este año tan incierto. Por eso, viendo las cicatrices y sintiendo como me dan algunos pinchazos en ellas, sé que de lo malo hay que quedarse con lo mejor. Por eso, debo estar feliz y sonreír cada día porque gracias a la generosidad de alguien Aún tengo la vida

Jimena Bañuelos (@14ximenabs)

ALEGRÍAS EN EL CONFINAMIENTO

Superada la cuarentena de verdad, con sus cuarenta días y sus cuarenta noches, reconozco que las fuerzas no todos los días han estado al mismo nivel. Es obvio, porque se puede ser fuerte pero no de piedra y lo que estamos viviendo es algo que sólo habíamos visto en más de una película. Aún así, la realidad siempre supera a la ficción. Las noches de insomnio son las que te llevan a pensar demasiado, algo que no conviene cuando no está en tu mano cambiar el guion de lo que está sucediendo. La situación muchas veces nos supera, algo lógico, pero estamos demostrando como la unidad hace la fuerza y entre todos volveremos, muy poco a poco, a recuperar cierta normalidad.

Esa normalidad o rutina de la que tanto nos hemos quejado y a la que tanto echamos de menos ahora mismo. Siempre he dicho que la rutina no es buena cuando ésta se adueña de tu vida, pero el destino ha querido que, por una vez, sea, precisamente ella, la más anhelada por todos. De repente se acabaron muchas cosas. Recuerdo que el último abrazo antes de confiarme se lo di a mi padre. Ahora a él y a mi madre los besos les llegan a través de una pantalla de móvil. Un emoticono va cargado de sentimientos en cada conversación, porque cuando nos vemos son esos sentimientos los que no entienden ni de distancias de seguridad, ni de aislamientos, ni de ninguna norma. Es cierto que la distancia nunca impedirá un sentimiento. Éstos ahora están a flor de piel. Hay días que te da por pensar y la impotencia te hace llorar, algo que es bueno. Las lágrimas no son sinónimo de debilidad, las lágrimas pueden ser la mejor terapia. Y en estos días hay que pensar y hacer todo aquello que nos haga sentir bien, en definitiva, que haga más llevadera la situación.

377D094C-2211-4F89-8195-E2776F92E04AMi familia está siempre ahí, pero mis amigos también. Esa familia que hemos elegido está, además, para arroparnos estos días. Un mensaje, una llamada, un vídeo, una foto, una sorpresa… todo cuenta cuando la intención es conseguir ver una sonrisa en quién recibe el mensaje. Confieso que en mi caso muchos lo han conseguido. El WhatsApp hay días que echa humo, otros está más tranquilo, pero aunque en mi casa estemos a diario mi soledad y yo siempre buscamos cómo matar el tiempo. Un tiempo que ahora es un arma de doble filo. Pasa lento pero pasa y el día de mañana todo será un recuerdo más y lo veremos como efímero. Reconozco que echo de menos muchas cosas, pero afortunadamente tengo salud y no necesito nada más. Bueno, darme algún capricho durante el confinamiento está siendo vital para hacer frente a la incertidumbre, a los posibles desánimos y, simplemente, porque aún tengo la vida para seguir disfrutándola adaptándome a este paréntesis. Ya echaba de menos comerme, por ejemplo, un brownie. Los que me conocéis sabéis que son mi debilidad… Y si Mahoma no va a la montaña, la montaña va a Mahoma dice el dicho. Así que con una sonrisa oculta tras mi mascarilla recibí a Luis de El Obrador De Goya que me trajo varios de sus manjares, entre ellos, el brownie para endulzarme la noticia de la prórroga del confinamiento hasta el nueve de mayo. En fin, lo único que está claro es que cada día que pasa es un día menos para ganarle la partida al Covid-19. Cada uno sabe cual es la receta con la que sobrellevar estos días. Bienvenidos sean los bizcochos, los brownies, las torrijas, las empanadas, el chocolate, las chuches, los frutos secos y demás manjares de la gastronomía; porque después de todo esto lo de menos será tener un kilo o dos de más. Lo verdaderamente importante será recuperar las riendas de nuestras vidas capitaneadas por la salud,  ya que muchos se han quedado en el camino. Así de dura es la vida, pero esta es la realidad. No hay que quejarse, hay que ser feliz.

Jimena Bañuelos (14ximenabs)

Mi columna para El Valle (México): https://www.elvalle.com.mx/columnas-y-opinion/story/11461/alegrias-en-el-confinamiento