CHARLIE Y LA FÁBRICA DE CHOCOLATE

Hay días que están grabados a fuego en el corazón, en la memoria e incluso la mirada delata que algo nos está pasando por la cabeza. Reconozco que de esos días últimamente tengo muchos, porque el calendario me presenta, estos días, los recuerdos más duros. Eso no lo puedo negar, pero reconozco que también hay en mí esa fuerza de la vida que me impulsa a afrontarlos de la mejor manera posible. Distraer la mente siempre será prioritario y aunque cueste, siempre estarán las personas que te quieren para ayudarte en los días que cuesta sonreír. 

A la vida hay que sonreírla porque su valor es incalculable, eso no quiere decir que sea fácil. Por eso, para evadirme de esta realidad e intentar olvidar los últimos días de enero y los primeros de febrero me adentré en una historia que me gusta desde siempre y en la que no falta el chocolate. Estoy hablando de “Charlie y la Fábrica de Chocolate”. Edu Soto da vida al particular Willy Wonka y, sinceramente, su interpretación es magistral. Es justo admitir que durante las dos horas y media que dura el espectáculo consiguió no sólo que sonriera sino que me riera dejando al margen la realidad que había dejado a las puertas del Espacio Ibercaja Delicias de Madrid. Un lugar que te traslada, sin duda, a la búsqueda del mítico billete dorado para poder entrar en la particular fábrica. La escenografía es inmejorable al igual que el talento de todo el elenco. Por supuesto, no pueden faltar los Oompa-Loompas y sus particularidades. Reconozco que mi debilidad es el chocolate y durante la obra te apetece en más de una ocasión. El público no tiene, lógicamente, el billete dorado, pero se lleva, sin duda, un recuerdo tan inolvidable como lo es conocer al señor Wonka. Además, está claro que los sueños se pueden cumplir, quizás nunca tengamos que renunciar a ellos porque el destino siempre jugará sus cartas.

Unas cartas que nosotros a veces manejamos, pero no tenemos la certeza de que todo seguirá  según nuestros planes. Soñar es fundamental como motor para afrontar las calamidades. A mí me ayudó en los días más duros de mi vida y, quizás, nunca pueda olvidar los recuerdos de estas fechas, pero sí pueda enmascararlos con experiencias como la de “Charlie y la Fábrica de Chocolate”. Edu Soto será siempre el Wonka español que trasladó al público de todas las edades los mensajes que van más allá y están grabados en cada billete dorado. Queda poco para que el telón de esta obra no se vuelva a levantar en Madrid, mi recomendación está clara. 

Si Charlie encontró el billete en el último momento, hasta el último día se puede disfrutar de esta obra y, por supuesto, darse un buen capricho de chocolate. A nadie amarga un dulce, y en los días más duros es cuando más se necesitan esos caprichos y a la gente que te quiere. En eso tengo suerte porque son mi billete dorado. Un billete, por supuesto, que es único y de un valor incalculable.  

Jimena Bañuelos

VIAJAR EN EL TIEMPO Y EN LA VIDA

Siempre es bueno salir de la rutina y despejar la mente de todo aquello que nos ronda por ella. Hay sueños, preocupaciones, planes o recuerdos, por ejemplo, que nos atormentan sin poder evitarlo. Hay fechas que nos erizan la piel solo con verlas en el calendario. Éstas llevan cargadas una mezcla explosiva de sentimientos encontrados que no tienen un manual de instrucciones para poder gestionarlos. Todo depende de las circunstancias personales por las que estamos atravesando, pero lo bueno es que el tiempo pasa y esas fechas también. Ahí radica la fuerza de superar los peores recuerdos que estos días me traen por las ilusiones del porvenir. También, es justo decir que el pasado cuando vuelve tiene la capacidad, además, de fortalecer. 

La vida me cambió de la noche a la mañana y, por eso, quiero mirar al futuro con la ilusión de lo bueno que está por venir. No soy de piedra y hay imágenes imborrables que perturban el sueño, pero siempre hay un despertar que te recuerda que hay que quedarse con lo mejor. Y lo mejor, sin duda, es el presente. Un presente al que hay que exprimirle cada minuto y hacer lo que más nos gusta. El ocio no puede faltar en nuestro día a día. Leer, ver una película, quedar con amigos, ir al cine o a ver un musical son siempre buenos planes pero viajar, tengo que reconocer que también me apasiona. 

La mente, como he dicho, viaja sin sacar ningún billete pero la posibilidad de descubrir el mundo es apasionante. Hace unos días, Madrid se convirtió con Fitur en el centro del turismo. Por Ifema pasaron muchos visitantes deseosos de encontrar el destino apropiado para una escapada o para unas vacaciones. Ver las imágenes de esta feria con tanto público alegran a cualquiera, porque atrás quedó todo lo que el coronavirus nos arrebató. La normalidad, aunque haya costado, está volviendo, por eso, el anhelo de conocer otros lugares también ha aumentado. 

La pandemia nos enseñó, entre otras cosas, a apreciar lo que tenemos; algunos esa lección ya la teníamos más que aprendida. En mi caso fue la vida la que me enseñó a priorizar y saber valorar las pequeñas cosas. Fue una lección de esas que no se olvidan nunca. Fue dura, de hecho reconozco que no me alegraré de haber tenido un cáncer pero sí de todo lo que me ha enseñado. Por eso, en los días más duros en los que mi vida cambió pude viajar y soñar con todos esos destinos a los que me gustaría ir. Quiero imaginar las fotografías que haría, por ejemplo, en Praga, en Viena, en Perú, en Playa del Carmen, en Córdoba, en tanto lugares recónditos que me saquen esa sonrisa cargada de felicidad y, por supuesto, cargada de vida. 

Dicen que la vida es un viaje y ésta tiene muchos viajes en su interior. Por eso, siempre estaré dispuesta a hacer las maletas para sumar vivencias a esta vida que me dio un segundo billete para seguir disfrutando de ella.  

Jimena Bañuelos

EL MUSICAL DE LA VIDA

Diciembre es un mes en el que poco a poco todo lo va envolviendo un espíritu que, nos guste o no, lo va cambiado todo a medida que pasan los días. Las calles lucen, y nunca mejor dicho, sus mejores adornos. La oscuridad de las tardes de invierno brillan gracias a ellas y son, sin duda, el preludio de lo que vamos a festejar. La Navidad cada vez está más cerca y las ilusiones y los sueños tienen derecho a aflorar más que nunca en esta época del año. 

Soñar es ilusionarse porque, precisamente, los sueños son el motor inspirador que nos mueve día a día para alcanzar aquello que sabemos que nos va a dar la felicidad que tanto anhelamos. El camino puede no ser fácil, pero la recompensa siempre merecerá la pena. Después de ver “La gran noche de los musicales”, una obra más que recomendable, podríamos decir que nuestra propia vida es un musical y nosotros vamos adaptando esas canciones a nuestras circunstancias y experiencias. Todo puede cambiar en cualquier momento, por eso, es importante saber seguir el compás que el destino nos pone por delante. 

Ahora, los villancicos comienzan a sonar. Afortunadamente, los tradicionales de zambomba y pandereta han cedido su reinado a versiones que perfectamente nos pueden acompañar en nuestra rutina prenavideña. Una rutina que nos lleva a preparar paulatinamente los planes para los días festivos. Aquellos que se consideran “El Grinch” no van a tener más remedio que pasar estos días a duras penas, porque el calendario no entiende de gustos y el tiempo pasa igual para todos. Eso sí, la actitud ayuda a que éste sea más o menos llevadero. 

Y muy llevadero y ya que he hablado de él es el musical de los musicales. El Teatro Amaya de Madrid reúne en “La gran noche de los musicales” a un elenco de artista que nos cuentan a través de los clásicos los entresijos de este género teatral, sus pros y contras, con un matiz de humor. Su talento es arrollador y no está mal revivir en noventa minutos los temas principales de “El Mago de Oz”, “El fantasma de la Ópera”, “Los Miserables”, “West Side Story”… No desvelaré el resto, pero sí puedo asegurar que es un buen recordatorio de la historia de este género. 

Madrid está plagado de musicales, los hay para todos los gustos y edades. Además, disfrutar en vivo del trabajo de quienes están sobre las tablas es un gran lujo. Reconozco que todos los que forman parte de “La gran noche de los musicales” consiguen trasladar al público a todos los escenarios posibles sin moverse de la butaca con una sencilla puesta en escena. Hacer soñar no es fácil, pero no es imposible cuando la historia es ágil y entretenida. También, tiene un gran valor ver a la orquesta sobre el escenario porque ellos también son protagonistas de esta “particular” historia. 

Y volviendo al principio y a las historias de cada uno, hay que retomar los sueños que creemos imposibles. La vida es caprichosa y “el destino es el que baraja las cartas, pero nosotros somos los que jugamos” como dijo Shakespeare. Eso sí, yo sé que vivo los sueños y sueño la vida.

Jimena Bañuelos

Enlace en EL VALLE de México: https://elvalle.com.mx/columnas-y-opinion/story/39969/el-musical-de-la-vida

TABAQUERÍA: PESSOA, BAÑUELOS Y DE JUAN

“No soy nada. / Nunca seré nada. / No puedo querer ser nada. /Aparte de esto, tengo en mí todos los sueños del mundo.” Estos son los primeros versos de “Tabaquería.” Un poema de Pessoa que ya forma parte de la obra de Alberto Bañuelos. El arte en estado puro. La poesía plasmada por las manos de un escultor que lleva el talento en las venas. No importa si entre sus manos tiene piedras o papel, porque con ellas transforma lo simple en verdaderas obras de arte. 

Recuerdo perfectamente la primera vez que Alberto me dejó leer en su casa el poema. Éste me enamoró como lo hizo a Alberto en su momento y me comentó lo que ya tenía en mente y le gustaría hacer con él. La idea me pareció maravillosa y aquel proyecto o sueño ya es una realidad. No es casualidad que haya comenzado este artículo con los primeros versos porque todos soñamos más despiertos que dormidos. Estos son los responsables, en muchas ocasiones, de que vayamos tirando para adelante sin importarnos las dificultades. Ese motor que encienden los sueños es difícil de parar. Por eso, estaba convencida que ese folio en el que leí “Tabaquería” se iba a convertir en algo muy especial. No puedo negar que, una vez más, este artista ha conseguido que este poema se convierta en un libro muy especial. Un libro-objeto cargado de originalidad, de mucho trabajo y, sobre todo, de mucho sentimiento porque Bañuelos siempre pone su alma en todo lo que hace. 

Si hablo de alma, no me puedo olvidar “La liturgia de las piedras”. Sabe que tengo debilidad por ellas, pero reconozco que sus cuadros también me han enamorado. Pero volviendo a “Tabaquería”, la guinda a esta obra llegó en la presentación de ésta en el Club Monteverdi de Madrid junto a La Cama Sol. Hay muchas maneras de presentar un libro y, sin duda, la de “Tabaquería” tenía que ser especial. Es cierto que lo de hablar en público no es algo que le guste a Alberto Bañuelos porque lo suyo es estar en el estudio, pero permíteme que te diga, querido Alberto, que lo hiciste muy bien. Es más, hasta el propio Jorge de Juan, quien puede presumir de tablas, reconoció que el público siempre impone. Y tiene toda la razón. Eso sí, él mejor que nadie para deleitarnos a todos recitando “Tabaquería”. El adjetivo sublime creo que se queda corto, porque durante los diez minutos y pico que estuvo al micrófono la atmósfera cambió. Todos los que estábamos allí nos dejamos llevar por su brillante interpretación. Obviamente se llevó un más que merecido aplauso y, ahí, con tu obra al lado y su voz de fondo, todo el trabajo cobró sentido. Ese momento fue único e irrepetible y ya forma parte de los recuerdos que unirán por siempre tu obra, con Pessoa y con Jorge de Juan.

Dices, querido Alberto, que nosotros construimos nuestros futuros recuerdos y no seré yo quien te lleve la contraria. Eso sí, permíteme que te agradezca que el que me ayudaste a construir el pasado jueves fue impresionante. Crear recuerdos bonitos es fácil, pero cuando te arropa la gente que te quiere siempre la intensidad de estos aumenta mucho. Somos lo que vivimos y, por eso, siempre llevaré conmigo esas instantáneas en mi mente y vendrán a mí cuando vea el nombre de Pessoa o de Jorge de Juan, por ejemplo. Tu nombre, Alberto Bañuelos, me trae muchos recuerdos y a estos hay que añadir los que nos vinculan con el poeta portugués. Brindo por tu éxito, por cómo eres y por vivir más momentos así. Concluyo con estos versos de “Tabaquería”: “El mundo es para quien nace para conquistarlo / y no para quien sueña que puede conquistarlo, aunque tenga razón”.

Jimena Bañuelos (@14ximenabs)

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Jorge de Juan recitando Tabaquería 👇

EL COLOR DE LOS RECUERDOS

Aunque el verano lo hemos dejado atrás, no podría fallar este año de calor el famoso veranillo de San Miguel. Nos aferramos a él porque en unas semanas echaremos de menos el buen tiempo, la luz y aflorarán los recuerdos de todo lo vivido. Ser muy fan de la estación estival conlleva una nostalgia que se agranda al comenzar la caída de la hoja. El tiempo pasa y con él las estaciones del año. Es cierto que los supermercados van siempre por delante y adelantan el invierno, justificado con la Navidad, para mezclar las calabazas de Halloween y los tradicionales turrones. Todo vale con tal de vender. Es cierto que las tradiciones están para cumplirlas, pero a su debido tiempo. No hay ninguna necesidad de acelerar el calendario porque todo llega, incluido el consumismo. Eso sí, este año la inflación también se unirá a las fiestas si la situación no se enmienda.

Si de enmendarse hablamos, parece que el Atleti lo ha hecho o por lo menos en Sevilla hizo los deberes para satisfacer a su afición. Una afición que espera que los suyos cumplan también en la Champions. La fase de grupos ya sabemos que es traicionera y no hay que confiarse. El famoso “partido a partido” nos deja esta noche un encuentro ante el Brujas. Hasta allí han viajado los de Simeone para regresar con tres puntos muy necesarios. No me gustaría que la noche se torciera como las rayas de la camiseta de esta temporada. Sobre este tema mejor no hablar de momento. Hay que centrarse en lo verdaderamente importante y es de justicia felicitar al eterno capitán, Koke, por agrandar su leyenda con los rojiblancos.

Y los rojiblancos lo que necesitan es ser fieles a su “coraje y corazón” porque “la Orejona” es el sueño de muchos y éste se puede cumplir. Quedan muchos minutos por jugar y muchos por sufrir, pero la afición sabe estar ahí y se dejará la voz por apoyar a los suyos. Habrá quienes lo hagan desde los diferentes estadios, pero el colchonero no importa donde esté porque siempre está pendiente de los suyos. Confieso que soy de las que viajo siempre con mi camiseta del Atleti y estoy convencida de que no soy la única. Me imagino que esto forma parte de esa forma de entender la vida que muchos no comprenden y por eso la critican. No envidio los triunfos de los demás y no presto atención a sus provocaciones. Prefiero centrarme en mi familia futbolísticamente hablando y quedarme con los momentos irrepetibles que he vivido.

Volviendo a los recuerdos de los que hablaba al principio, está claro que somos lo que vivimos y que cada uno construye su personal “albúm de fotos”. Éste tendrá muchos apartados, algunos serán bonitos, otros de épocas duras que nos habrán forjado el carácter… Obviamente, la temática de estas carpetas será variada porque la vida lo es. No negaré, a estas alturas, que mi memoria futbolística está pintada con unas rayas rojiblancas bien marcadas y rectas. Además, esos colores me acercan a quien me trasmitió “ese sentimiento inexplicable” siendo una niña y ahora desde el tercer anfiteatro estará orgulloso de lo bien que presumo de su legado.

En definitiva, “poder disfrutar de los recuerdos de la vida es vivir dos veces”. No siempre es malo mirar para atrás…

Jimena Bañuelos (@14ximenabs)

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CASTILLOS EN LA ARENA

Julio está llegando a su ecuador y en él damos la bienvenida a la segunda ola de calor del verano. Es lo que nos toca. La estación estival suele tener estos episodios puntuales y los quejicas aprovechan para hacer su agosto contra las altas temperaturas y, por supuesto, el calor que hace en verano. Algo que de por sí va implícito en esta estación. Si eso sirve para soltar el estrés acumulado y la irritación que provoca el termómetro desbocado, habrá que aceptarlo aunque no hay porqué compartirlo. 

Buscando siempre el lado bueno de las cosas, hay que pensar en las vacaciones o en las alternativas, que hay muchas, para mitigar la situación que tan adversa es. Es cierto que cerca del mar o perdido en la montaña todo se lleva mejor, pero en las ciudades hay piscinas y pantanos próximos para darse un buen chapuzón. 

En la playa, por ejemplo, a mi me sucede que consigo evadirme aunque sea por unos momentos de la realidad que protagoniza mi día a día. Es un buen sitio para construir castillos en la arena que permiten hacer borrón y cuenta nueva. Estos los moldeamos a nuestro antojo. Pueden ser más grandes o más pequeños pero siempre serán el reflejo de nuestra imaginación. Una imaginación que, haga calor o no, siempre nos acompaña para construir sueños y para hacernos pensar que todo puede cambiar. Los castillos en la arena tienen una duración determinada y cuando caen podemos volver a levantar otro igual o más grande que el anterior. Incluso aferrarnos a la arena mojada que todos sabemos de su fortaleza. En la vida sucede algo parecido porque de nosotros depende que cuando caigamos nos levantemos con más fuerza y más seguridad en nosotros mismos. La autoestima es ese castillo que se va moldeando con los años y que tiene sus altibajos, pero nunca puede caer porque ser fiel a nosotros mismos es la base más sólida que podemos construir. El que dirán nunca podrá erosionar a quien conoce perfectamente sus virtudes y, por supuesto, sus defectos. De los primeros y de los segundos siempre se aprende pero también evolucionan a medida que vamos cumpliendo años. 

Un año más frente al mar, construyo nuevos castillos de arena mientras me permito mirar a lo lejos y contemplar la inmensidad de un Mediterráneo que me ha visto crecer y con el que he soñado unos sueños, valga la redundancia, que ya puedo decir que se han hecho realidad. Una satisfacción infinita que no sacia mis ganas de continuar elaborando nuevos castillos. La vida está para vivirla y para disfrutarla, pero también hay que soñarla y despertarse en el momento justo para que la imaginación ceda ante nuestra acción y, obviamente, ante la realidad. 

Una realidad que está cargada de grandes ilusiones. Unas ilusiones que no pueden faltar nunca porque son el mejor motor para afrontar las contrariedades que el día a día nos presenta. Seamos conscientes que el calor pasa, que el verano también, pero cada día que pasa es un día que no vuelve. Los castillos de arena no solo están en la playa, los castillos de arena están… (Cada uno que complete la frase como crea conveniente).

Jimena Bañuelos (@14ximenabs)

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CONOCERSE

La mente cuando juega a nuestro favor siempre es una gran aliada y somos nosotros mismos los responsables de que ésta esté de nuestro lado. Hay que reconocer que la teoría es muy fácil y que lo complicado es llevarlo a la práctica. Los consejos están bien cuando la empatía es la reina de la personalidad de quien los da porque de poco sirve decir palabras por decir. Es cierto que una palabra de consuelo, por ejemplo, siempre va bien en un momento oportuno, pero también lo es acompañar a esa persona a lo largo de todo ese duro proceso. Dice el refranero español que las palabras se las lleva el viento, pero lo que el viento no se puede llevar nunca es la huella que éstas dejan en nosotros mismos. Hay palabras apropiadas pero también las hay que van cargadas de un veneno que camufla la envidia, el egoísmo y otras cualidades que solo consiguen alejar a las personas. Sinceramente, ese distanciamiento de quien no sabe “estar” más que por un mero interés es lo mas sano que podemos taladrarnos en la mente.

El ser humano es sociable, pero también necesita de ese momento de intimidad personal para conocerse mejor. Cada persona es un mundo, de ahí que las situaciones las gestionemos de una manera o de otra. La pandemia ha descubierto que el término “resiliencia” existe y que no todo el mundo era consciente de que estaba en el diccionario. Su definición es clara, pero la práctica, sin anestesia, ha costado más. Anhelar lo que no se puede en un determinado momento solo nos deja una mente herida que no ve el lado positivo en un contexto negativo. Más allá de la pandemia, la vida es así. Tenemos sueños por cumplir y hay que pelear por ellos. Ser resiliente es fundamental. Habrá quien odie este término, pero la vida no es un camino de rosas y tarde o temprano en otra situación vuelva a nuestra mente.

El futuro siempre será incierto, lo vamos construyendo día a día siendo conscientes de que en un segundo todo puedo cambiar. Es ahí, cuando nuestros pensamientos son vitales y nuestra fuerza mental, si ha sido bien entrenada, estará de nuestro lado. Ahora bien, también nuestra cabeza necesita un respiro y el verano y las vacaciones están aquí. Es la época por excelencia en la que la desconexión viene bien. Confieso que al lado del mar la sonrisa me sale sola y me encanta escuchar el sonido de las olas y dejar la mente en blanco. Es fundamental “resetearse” a uno mismo para afrontar nuevos retos, nuevos sueños y seguir luchando por ser feliz en la vida. Una felicidad que cada uno sabe dónde encontrar aunque no sea fácil llegar hasta ella. Eso sí, cuando ese camino no es fácil la satisfacción al final siempre nos ilumina más.

Y mirando el ir y venir de las olas, pienso en esos sueños pendientes y me parafraseo a Paulo Coelho: “Nunca desistas de un sueño. Sólo trata de ver las señales que lleven a él”. Está claro que el destino sabe como guiarnos. La actitud la ponemos nosotros y querer es poder.

Ser feliz es lo que cuenta

Jimena Bañuelos (@14ximenabs)

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13 DE JUNIO

Avisados estábamos y el presente ha confirmado que estamos pasando mucho calor para la época del año en la que nos encontramos. La primera ola de calor ha llegado para hacernos sudar la gota gorda, como suele decirse. Menos mal que llevamos años siendo resilientes y ahora, que el termómetro se ha desatado también hay que saber adaptarse a las circunstancias. De poco sirve quejarse ante algo que no está en nuestras manos. Llevarlo lo mejor posible es nuestra mejor opción. El tiempo pasa y con él esta ola. Eso sí, no hay que olvidar que el verano está a la vuelta de la esquina y con él llegará, lógicamente, el calor. No vaya a ser que haya alguien que se sorprenda.

Sorpresas te da la vida continuamente. Las inesperadas si son buenas son fáciles de llevar, pero cuando no son así es normal que se nos atraganten. La perspectiva con la que afrontamos las distintas situaciones depende de nosotros mismos. Saberlo gestionar mentalmente es vital, porque es ahí donde radica nuestra fuerza más importante. Mucho se está hablando de ella últimamente y aunque ésta haya pasado desapercibida durante mucho tiempo, nunca es tarde para remediar ese vacío. 

Un vacío que hay que cuidar a diario y siempre habrá un día especial que recargue esa fuerza a niveles muy altos. A veces, el pasado, al que dicen que no hay que mirar, también ayuda. Algo así me pasa a mí cada 13 de junio. Ayer no fue un día cualquiera. Ayer fue el día en el que recibí la noticia más importante de mi vida y, por eso, ese recuerdo cargado de alegría es una fuente insaciable de optimismo, que cada año viene a mi mente para recordarme que ser feliz es lo que cuenta y que soy fuerte porque la vida me enseñó la fuerza que hay en mí. Cuando te dicen: “Tienes un donante de médula compatible”, todo cambia. El guion da un giro de ciento ochenta grados cargado de esperanza y agradeciendo a quien ha hecho posible todo eso. La generosidad abandera esa frase que anhelas escuchar cuando estás haciendo frente, como fue mi caso, a una leucemia. ¡Bendita frase! Y ¡Bendito donante! 

Los problemas son menos problemas cuando el contexto cambia. Quizás una ola de calor no sea para tanto y mucho menos después de todo lo que llevamos superando en los últimos dos años. El pasado está ahí por algo y aunque no hay que vivir anclado a él, si éste es una fuente que nos llena de vitalidad no hay ningún motivo para renunciar a él. Cada de 13 junio, mi mente regresa a esa habitación del hospital, a esa hora y momento en el que todo cambió. He podido olvidar muchas cosas de aquella época porque la mente es selectiva, pero aquel martes y trece está grabado a fuego en mi mente, en mi corazón y en mi sangre. Ayer recordé como estaba hace dieciséis años y como estoy hoy en día. Recuperar las riendas de mi vida era lo que más anhelaba y ahora deseo cumplir los sueños que me quitan el sueño. 

Y llegados hasta aquí, con calor o sin él, sólo puedo recordar al escritor y médico irlandés, Goldsmith cuando dijo: “El mayor espectáculo es un hombre esforzado luchando contra la adversidad; pero hay otro aún más grande: ver a otro hombre lanzarse en su ayuda”. Ahí lo dejo…

Jimena Bañuelos (@14ximenabs)

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SUEÑOS

“La posibilidad de realizar un sueño es lo que hace que la vida sea interesante”. Estas palabras de Paulo Coelho son de sobra conocidas pero en ellas se alberga todo un mundo lleno de ilusiones. Los sueños son ese motor que nos mueve a transformarlos en una realidad. Soñar es, a su vez, alejarse del presente y abstraerse a nuestro mundo más personal. Ese mundo en el que las sonrisas nacen por sí solas mientras la mente elucubra como puede ser la conversión de la imaginación a la existencia. Ese momento, sin duda, es pleno y su satisfacción lo inunda todo y hasta contagia la felicidad a quienes han vivido como luchabas por él.

Una felicidad que siempre es bien recibida porque los momentos malos llegan solos. Hay que reconocer que es un placer ser cómplice de todo este proceso cuando la persona te importa. La alegría compartida siempre se multiplica y hoy en día es más que necesario. Llevamos unos años en los que hemos luchado contra la adversidad, pero a pesar de todo hay que seguir soñando. Habrá sueños aplazados, sueños a corto plazo, sueños que parecen inalcanzables, pero en la vida todo es posible porque los límites nos los ponemos nosotros mismos. Nuestra mente es nuestra mejor aliada pero también nuestro mayor enemigo. Por eso, la constancia no nos puede faltar. Es muy fácil decirlo pero no tanto llevarlo a cabo porque cuando la pereza entra en juego hay que prender con más llama la mecha de los sueños. “Si has construido castillos en el aire, tu trabajo no se pierde; ahora coloca las bases debajo de ellos” como decía el escritor irlandés George Bernard Shaw.

Y volviendo a Coelho, “nunca desistas de un sueño. Sólo trata de ver las señales que te lleven a él.” Una señales que verás cuando estés despierto y afrontes el reto que tantos momentos en babia y noches de desvelo llevas sobre tus hombros. Precisamente, hace cuatro años cumplí un gran sueño que ahora es un bonito recuerdo. En mis manos está “Aún tengo la vida”. Un libro que cuenta una historia que me duele recordar, pero que a su vez me llena de fuerza para afrontar el futuro y la incertidumbre. Fue un sueño durante muchos años y ahora que es una realidad he dejado atrás   el camino que me llevó a afrontar las muchas horas que pasé delante del ordenador poniendo en orden toda esa historia. Obviamente, en todo ese proceso surgieron muchas anécdotas y tuve mis cómplices. Nunca podré olvidar el 22 de marzo del 2018 porque la felicidad inundó su presentación. Su puesta de largo fue un momento mágico porque el sueño se hizo realidad. No era un sueño cualquiera y, por eso, su aniversario es digno de celebrar. 

Sigo soñando la vida y viviendo los sueños porque gracias a que aún tengo la vida continuo construyendo castillos en el aire que poco a poco se irán afincando. Aprendí que sin lucha no hay victoria, pero sin esfuerzo tampoco hay sueños por cumplir. Por eso, hoy cojo el libro en mis manos recordando esa tarde inolvidable y pienso que la vida, esa que solo se vive una vez, cuando te da una segunda oportunidad siempre va a ser mejor que la primera. Me quedan muchos sueños por cumplir y ganas no me faltan. Aniversarios como el de hoy hacen que las excusas y los miedos sucumban al poder de los sueños. A por ellos que para eso está la vida. 

Jimena Bañuelos (@14ximenabs)

Enlace El Valle: https://elvalle.com.mx/columnas-y-opinion/story/31869/suenos

ESPERANZA E ILUSIÓN

Poco a poco todo va recuperando cierta normalidad o, al menos, se intenta vivir de la mejor manera posible. Afortunadamente, la situación está evolucionando favorablemente y el optimismo está puesto en el futuro a corto plazo. El anhelo de que las restricciones comiencen a desaparecer son uno de los temas de conversación que no faltan cuando se habla de la pandemia. Cada vez queda menos para dejar atrás el mes de febrero y quien sabe si en marzo se inicie una nueva etapa. La esperanza sigue ahí y la ilusión no la podemos abandonar.

Si continúo hablando de esperanza e ilusión tengo que hacer alusión, sin quererlo, al Atlético de Madrid. Hace tiempo que no escribo sobre los rojiblancos, pero mañana se la juegan en la Champions. La irregularidad de los de Simeone es evidente a estas alturas de la temporada. Sin duda, dan una de cal y otra de arena a su afición. Después del desastre contra el Levante viajaron hasta Pamplona para ganar por tres goles a los locales. La victoria era necesaria, no solo por los puntos sino por la dosis de moral para afrontar el partido ante el Manchester United. Es cierto que nunca hay que dejar de creer, pero también los sueños hay que alimentarlos con hechos y actitudes. Ojalá sigan la estela de “El Sadar” y tras el himno de la Liga de Campeones derrochen todo el coraje y el corazón en el Metropolitano al igual que la afición lo hace en las gradas. No está siendo una temporada fácil y la actitud ante las adversidades es fundamental. Por delante los rojiblancos tienen dos partidos para sellar el pase a los cuartos de final. Dice el refrán que no dejes para mañana lo que puedas hacer hoy así que si se encarrila la eliminatoria en casa mucho mejor. Si hay que sufrir se sufre, pero tampoco es necesario llevarlo a niveles extremos. De lo que no hay ninguna duda es de que hay mucho en juego dentro y fuera del campo. Hay demasiadas preguntas en el aire que pronto tendrán una respuesta clara. El tiempo pone a cada uno en su sitio. A buen entendedor pocas palabras bastan.

Por suerte, tenemos muchas cosas para evadirnos de la realidad. El fútbol es una más. Lo importante es despejar la mente del día a día que nos lleva sin pena ni gloria a una rutina que sigue marcada por la pandemia. Hay que distraerse con nuestras aficiones. Un buen libro, una buena serie, una película, un buen paseo… En definitiva, ellas son las mejores aliadas para afrontar nuestros momentos de debilidad, porque la mente no siempre puede estar derrochando fortaleza. Menos mal que los días cada vez tienen más horas de luz y la primavera está llamando a la puerta. En estos dos años hemos superado momentos muy duros y por eso, no es el momento de tirar la toalla, es mejor que caigan las mascarillas que tanto nos agobian. Hay que tirar para adelante en este último empujón. Tengo claro que quiero seguir viviendo los sueños y soñando la vida. 

Jimena Bañuelos (@14ximenabs)

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