OCIO

Las vacaciones tienen su protocolo. Hay a quien preparar las maletas le genera cierto estrés y eso que es el pistoletazo de salida para romper con el día a día. Es cierto que no olvidarse nada es complicado, pero ahí está el riesgo, sobre todo, de quienes apuran hasta el último momento. Ese pensamiento de “me he dejado algo” dura poco porque cuando ya se está en el destino, o asumes el olvido con la rabia contenida o te adaptas al despiste buscando el lado positivo que, sin duda, se resume en una palabra: vacaciones.

El ocio coge el testigo que la rutina deja, por excelencia, en agosto. Un mes que es anhelado por muchos. De ahí, que las sonrisas iluminen los rostros para ir borrando las ojeras que a lo largo del año han ido dejando huella en nuestras cara. Dicen que los ojos hablan por si solos y es cierto que al hablar de las vacaciones y de los planes pensados estos siempre se iluminan mucho más. No importa cuales sean estos planes porque la felicidad depende única y exclusivamente de nuestros gustos. Unos gustos que no tienen un canon preestablecido y afortunadamente nos dan la libertad para aprovechar al máximo los días de descanso.

Unos días de descanso que no siempre son tan de descanso porque las vacaciones también pueden ser agotadoras. Aprovechar al máximo conlleva exprimir el tiempo hasta límites insospechados. Hacer excursiones para conocer sitios nuevos es algo primordial, cuando tu destino es un lugar nuevo en tu agenda de viajes. Reconozco que soy de las que me gusta ver y adentrarme en todo lo que los sitios me ofrecen cueste lo que cueste. Por ejemplo, si hay que madrugar para ver un bonito amanecer se hace porque la vida son esos momentos únicos que no vuelven. Ese conjunto de experiencias que refuerzan más la fuerza de la mente. El verano está para recargar las pilas y, por supuesto, para desconectar. La pilas, poco a poco, se van llenando porque a estas alturas del año llegan, en muchos casos, bajo mínimos pero lo importante es dejarse llevar por el presente que ahora nada tiene que ver con el del resto del año. La rutina cambia y con ella nuestra forma de vivir.

Vivir es, precisamente, el verbo que tenemos que conjugar ahora y siempre, y, a ser posible, sin ponerle ningún “pero”. Ya sabemos que la perfección no existe y quizás mientras se busca se va perdiendo esa vida que solo se vive una vez. El tiempo dicen que es oro, pero la vida es única y está en nuestras manos sacarla todo el meollo. Y ese meollo ahora son las vacaciones. Agosto acaba de empezar y por delante nos presenta treinta y un días para llenarlos de vida, y recuerdos que nos impulsen hacia delante cuando el otoño se nos ponga cuesta arriba.

Y dicho esto, confieso que planes no me faltan y libros pendientes de leer tampoco. Por eso, y sin más dilación seguiré escuchando el sonido del mar, observando la grandeza de las montañas que me rodean y continuaré adentrándome en las historias que las novelas me ofrecen. Eso sí, no me olvido que en unos días se estrena la comedia musical de este verano. Tomen nota porque “Voy a pasármelo bien” es un buen título y buen lema para este mes. Toca disfrutar de agosto y el día doce ponerle como banda sonora a los Hombres G.

Jimena Bañuelos (@14ximenabs)

Enlace en El Valle (México): https://www.elvalle.com.mx/columnas-y-opinion/story/36011/ocio

ENTRE COPAS

Decía Francis Bacon: “Vieja madera para arder, viejo vino para beber, viejos amigos en quien confiar, y viejos autores para leer.” Y, precisamente un poco de todo eso tiene la obra “Entre Copas”. Un historia llena de detalles que envuelve al público de principio a fin. Seamos realistas y  pensemos cuantas cosas hemos dicho y hecho entre copas cuando los amigos están con nosotros. Pues bien, en el Teatro Reina de Victoria de Madrid podemos adentrarnos en una historia que nos sacará más de una sonrisa pero también más de una reflexión. En una hora y media suceden muchas cosas y en ellas no se dan puntadas sin hilo.

Todo comienza con una despedida de soltero y su mejor amigo. Juanjo Artero, es Andrés, su soltería tiene los días contados, pero su carácter de vividor y seductor le llevan a querer despedirse de su estado civil como marcan las tradiciones. Para ello cuanta con Miguel a quien da vida Patxi Freytez. Es cierto que la manera de vivir de éste dista mucho de la de su mejor amigo. Entre el optimismo de uno, el pesimismo del otro y la vida compartida entre ellos surgen momentos inolvidables unos por las risas que generan y otros por lecciones que transmiten. Todo ello acompañado de un buen vino en La Rioja. Es allí donde conocerán a Amaia y a Terra. Dos mujeres que trabajan en las bodegas de la zona y son grandes entendidas en vino. Ana Villa interpreta a Amaia tiene una personalidad muy marcada y es, obviamente, una mujer muy independiente. Los pequeños detalles en su interpretación delatan el talento de mujer. Por otro lado, Elvira Cuadrupani es Terra, amiga de Amaia y juntas forman el tándem perfecto para vapulear los pensamientos que Andrés y Miguel tienen en su cabeza. Unos pensamientos basados en la vida y en como afrontarla. El tiempo pasa y los momentos son el presente aunque siempre se busca la ocasión perfecta para degustar, como es el caso de Miguel, su mejor vino. Quizás esa perfección que uno busca no exista y la vida se nos escape. La mente es la que guía pero también hay que escuchar al corazón.

Un corazón que trae de cabeza a Andrés, pero ya se sabe que entre copas puede ocurrir lo inesperado. Es cierto que no sabe de vinos como su amigo, el frustrado escritor. Quizás, si me pongo a su altura pueda recordar a Dalí diciendo: “El que sabe degustar no bebe demasiado vino, pero disfruta sus suaves secretos.” Un consejo válido al principio pero difícil de mantener cuando el guion de la vida te lleva por otros derroteros. En cambio a Andrés le pega más la famosa frase de “el que al mundo vino y no toma vino, ¿a qué vino?” Pues vino hay a raudales al igual que talento sobre las tablas.

Y muchas tablas tienen Juanjo Artero, Patxi Freytez, Ana Villa y Elvira Cuadrupani para trasladar a los espectadores a una historia entretenida en la que se muestra la amistad, la soledad, la alegría, la tristeza, la sinceridad, la nostalgia y muchos valores que están en nuestra rutina. Eso sí, el fin está claro. Hay que gozar del presente, dejar de lado la amargura porque en la vida puedes ver el vaso medio lleno o medio vacío pero siempre es mejor quedarse con lo positivo. La actitud lo es todo y “Entre copas” te enseña el camino a ello o al menos, entre risa y risa, te deja un “run run” en la cabeza que te invita, además de a tomarte un buen vino, a reflexionar. 

En definitiva, parafraseando a Pío Baroja, “viva el buen vino, que es el gran camarada para el camino.” Un camino en el no puede faltar un buen amigo, que a su vez, es un buen confidente. La amistad devuelve favores porque hay valores que son incuestionables. Vamos, que “entre copas” todo es posible, pero vida no hay más que una y ésta sí es una gran reserva con denominación de origen que tiene que ser degustada por uno mismo día a día hasta el final. Cada uno es dueño de su propia botella. Ahí lo dejo…

Jimena Bañuelos (@14ximenabs)