No era el día de mi cumpleaños, ni mucho menos el de mi santo. Tampoco había jugado el Atleti de mi corazón pero ese día fue especial, porque todos los que allí nos encontrábamos teníamos algo en común. Unos habían regalado vida y otros la habíamos recibido y, solo por eso, en el ambiente reinaba la generosidad, el agradecimiento, la alegría y, como no, la ilusión por un futuro lleno de sueños por cumplir.
Mentiría si no reconozco que los sentimientos los tenía a flor de piel, porque aunque el tiempo cura las heridas, las cicatrices ahí quedan. Siempre nos recordarán dónde hemos estado, pero también, nos muestran por lo que hemos luchado. Llevo muchos años abanderando mi día a día con Aún tengo la vida porque gracias a la generosidad de mi donante de médula, puedo seguir luchando por cumplir todo aquello que anhelaba en la cama del hospital. Me he preguntado en más de una ocasión cómo será mi donante de médula, qué sintió cuando le dijeron que era compatible conmigo, cómo será ese joven alemán que me hizo la persona más feliz del mundo aquel martes y trece de junio de hace doce años…

Mi donante de médula me regaló vida. Aún tengo la vida.
En fin, muchas cuestiones en las que la imaginación me ha permitido crear a mi Hans. Pero mi Hans ficticio se llenó de sentimiento y algo de realidad cuando conocí a Antonio y a Eduardo. Ellos han sido el “Hans español” de otro luchador que soñaba, como yo, con ponerle punto final al cáncer. Ellos han donado médula y les aseguré que con ese gesto de generosidad llenaron a otra persona de vida, y sobre todo, de mucha fuerza para afrontar el día más deseado, el día del trasplante. Al igual que yo no olvido ese catorce de septiembre, ellos recuerdan cómo fue todo su proceso. Me encantó escuchar como lo cuentan porque era la primera vez que me lo describía alguien que lo había experimentado. Vi en sus ojos la emoción de saber que habían hecho algo muy grande. Con la carne de gallina, mientras oía su historia, me vinieron a la mente muchas imágenes de mi “día cero”. Comprendí lo que Hans había hecho por mi sin conocerme al igual que Eduardo y Antonio. Son dos personas que eligieron unirse a la batalla de alguien con su mejor arma, su médula. Son un claro ejemplo de lo que necesitan muchos luchadores. Tengamos claro que donar médula es regalar vida. Quienes buscan en la habitación de un hospital aliados en la lucha contra cáncer, solo quieren escuchar de la boca de su médico la frase que yo también anhelé: “Tienes un donante de médula compatible”. Creedme que es la mejor noticia que me han dado nunca y espero que muchos se unan a la lista de donantes, porque la unión hace la fuerza.
Aquel día intercambiamos experiencias, anécdotas, vivencias y esperanzas. Sabemos que sin lucha no hay victoria, por eso, no nos rendiremos ante la posibilidad de llenar de nombres la lista de donantes de médula. Queremos que cada vez sean más los que se unan a mi lema y puedan gritar a los cuatro vientos: “Aún tengo la vida”.
Jimena Bañuelos (@14ximenabs)
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