CUMPLIENDO 15 AÑOS… GRACIAS A MI DONANTE DE MÉDULA

Ha pasado el tiempo y no he dejado de festejar este día como si del primer aniversario se tratase. Hoy se cumplen quince años de mi “día cero”, un día que jamás podré olvidar porque, sin duda, marcó un antes y un después no solo en el 2006 sino en el resto de mi vida. Ya nada iba a ser como antes porque la leucemia se encargó de cambiarlo todo de la noche a la mañana. La Jimena que se miraba en el espejo durante aquella época se fue descubriendo a ella misma. Aprendí a afrontar mis miedos, a sacar fuerzas que no sabía que tenía, a valorar los pequeños detalles, a conocer a las personas, a aceptar todos los cambios que la enfermedad produjo en mi cuerpo… Pero tenía claro que no iba a ceder al desánimo, al pesimismo, a la decepción porque mi mente no estaba preparada para eso. No pensaba rendirme porque mis hematólogas siempre estuvieron ahí para responder mis dudas, para darme ánimos y, por supuesto, para librar todo tipo de batallas. 

Cada veinticuatro horas, de hecho, teníamos una batalla diferente. La quimio y sus efectos, las náuseas y sus vómitos, los dolores y sus analgésicos, y cómo olvidar las punciones medulares. No obstante, en mi mente solo había una palabra: Donante. Necesitaba un donante de médula compatible que lo cambiara todo. La incertidumbre no siempre fue fácil de llevar pero siempre tuve la mejor compañía, los mejores aliados para ayudarme a superar los contratiempos. En aquellas habitaciones del hospital pasé muchas noches de insomnio aunque siempre supe que algún día podría celebrar con mis aliados la noticia que más deseaba. Y sin avisar, llegó ese día y las palabras mágicas: “Jimena, tienes un donante de médula compatible. Esto se acaba.” Por fin, tuve una fecha que marcar en el calendario y una imagen imborrable en la memoria que sepultara los malos momentos que tantos estragos me habían dado. 

Mi madre fue testigo de la noticia de mi hematóloga y supimos, con una mirada cómplice entre lágrimas de emoción, que el 14 de septiembre sería el principio del fin para volver a retomar las riendas de mi vida. Mi padre, por supuesto, fue el siguiente en recibir la buena nueva y después todos mis aliados. Tenía 22 años cuando recibí el mejor regalo que nunca me han hecho. Era consciente de que alguien que no me conocía me estaba regalando vida y eso, por muchos años que pasen no se olvida jamás. Aquella tarde de hace quince años fue muy intensa, de mucho trasiego y  no voy negar que el miedo intentó entrar en la habitación 604 del hospital de La Princesa, aunque no lo consiguió. Ahí solo hubo vida y sueños. Muchos sueños que volvieron a mi mente al igual que muchos planes por hacer con mis seres queridos. Ahora, con una sonrisa, puedo asegurar que he cumplido sueños, promesas y que sigo viviendo de regalo gracias a ese joven alemán. 

Y viviendo de regalo es curioso que, últimamente, varios amigos me hayan dicho que cuando están conmigo les regalo vida. No sé si regalo vida, pero desde luego fue la vida la que me enseñó en primera persona a vivirla, a saber priorizar, a saber que batallas quiero librar porque, obviamente, no todo es de color rosa y, sobre todo, me enseñó a ser yo misma, a buscar mi felicidad, la cual pasa por ver feliz a los que me importan, ya que, en definitiva, ser feliz es lo que cuenta. En un segundo todo puede cambiar, prueba de ello es que la misma persona que me dio la peor de noticia de mi vida también me dio la mejor.

Hoy tengo un gran motivo para brindar por la salud, por la generosidad y, por supuesto, por la experiencias que el futuro me depare. Quince años han dado para mucho y estoy agradecida de todo lo que he disfrutado. La vida, esa que sólo se vive una vez, cuando da segundas oportunidades es por algo. Seguiré sonriendo al presente porque motivos no me faltan y seguiré animando a todo el que pueda a hacerse donante de médula. Un gesto que puede dar un giro de ciento ochenta grados en la vida de quien anhela, lo mismo que deseaba yo escuchar hace quince años. Por eso, hoy, más que nunca, me emociono al pronunciar en voz alta que Aún tengo la vida. 

Jimena Bañuelos (@14ximenabs)

UN ANTES Y UN DESPUÉS

Siempre hay un motivo para sonreír aunque a veces resulte complicado encontrarlo. En los tiempos que corren un simple mensaje de texto puede hacerte más ilusión que cualquier otra cosa. De hecho,  la cita para recibir el pinchazo de la vacuna produce una explosión de felicidad como nunca antes lo ha había hecho otra cita sanitaria. Es normal, porque una mayoría de nosotros somos conscientes de que nuestra protección y la de quienes nos rodean pasan por ese gesto. Por eso, es lógico que este acontecimiento se quiera compartir por tierra, mar y aire o, mejor dicho, por cualquier red social en la que participemos. Tras la cita, llega el “día D” y ese momento para la historia individual bien se merece una foto en la que la sonrisa es capaz de traspasar cualquier mascarilla. 

Una sonrisa que se acentúa en esta época en la que el verano está llamando a nuestra puerta. Las ganas de volver a disfrutar son infinitas porque, aunque nos aconsejen continuar con las precauciones, hay un impulso en nuestro interior que nos invita a retomar la antigua normalidad. Una normalidad que no volverá a ser como la de antes, pero que se adaptará a las secuelas que la pandemia deje en cada uno de nosotros. Es obvio que hay un antes y un después de todo esto. 

Como también hay un antes y un después en la vida de todos. Siempre hay un hecho que lo cambia todo. Por eso, no puedo olvidar lo que significa el 13 de junio para mí. El pasado domingo no fue un domingo cualquiera. Fue el aniversario del día que lo cambió todo. Se han cumplido quince años. Quince años en los que no puedo olvidar la mejor noticia que me han dado nunca. Y, precisamente, fue mi doctora la que me la dio. No recibí ningún mensaje en el móvil porque fue en aquella habitación del hospital con mi madre como testigo cuando, con una sonrisa de oreja a oreja, me dijo: “Jimena, tienes un donante de médula compatible. Esto se acaba.” Se acababa la incertidumbre porque de ahí en adelante todo se tiñó de esperanza. La ilusión y la emoción por lo que estaba por venir reinaron hasta en los días más grises. La batalla contra la leucemia iba a dar un giro de trescientos sesenta grados. El primer «día D” fue aquel martes y trece, y el segundo “día D” llegaría en el mes de septiembre. 

Un antes y un después en mi vida que, sin duda, me marcó mucho puesto que las enseñanzas de entonces han marcado, y mucho, los años que sigo viviendo de regalo. Un regalo que vino de Alemania y que me llenó de una fuerza muy especial, la fuerza de la vida. Y gracias a ella, aprendí, desde muy joven, a saber cuales son mis prioridades. A veces, lo más duro no es dejar atrás el pasado sino aprender a empezar de cero. Y quizás, ahora que las vacunas están frenando a la pandemia, sea el momento de abandonar la vida que habíamos planeado para enfrentarnos a la vida que nos espera. Está claro que nada volverá a ser como antes, pero la actitud siempre lo marcará todo. No perdamos las sonrisas que la pandemia nos arrebató, las cuales han vuelto gracias a un simple mensaje. 

No olvidemos, que en la vida, en un segundo todo puedo cambiar. 

Jimena Bañuelos (@14ximenabs)

Enlace: https://www.elvalle.com.mx/columnas-y-opinion/story/23623/un-antes-y-un-despues

CUMPLIENDO 14 AÑOS…GRACIAS A MI DONANTE DE MÉDULA

Catorce años viviendo de regalo

“Cómo han pasado los años…” dice la canción, ya son catorce desde aquel catorce de septiembre que marcó un antes y un después. Recuerdo que cuando todo comenzó empecé a soñar con cómo iba a ser el famoso “día cero”, me preguntaba muchas cosas y ninguna de ellas tenía respuesta porque, antes de eso, tenía que tener un donante de médula compatible. Hasta que llegara la esperada noticia solo podía llenarme de fuerza y valentía para afrontar cada ciclo de quimio con la esperanza de que todo iba a salir bien. No fueron meses fáciles, pero sí fueron meses en los que aprendí a valorar cada momento, a disfrutar de los pocos días que estaba en casa y sobre todo, descubrí el valor de las pequeñas cosas. Afortunadamente, no estaba sola. Día y noche mis padres me llenaban de optimismo e ilusión a pesar de las circunstancias. La unión hace la fuerza y ellos estuvieron al pie del cañón en todo momento. Vivimos en la incertidumbre, en el día a día como nunca antes lo habíamos hecho, pero a la vez, soñábamos con un futuro porque esos sueños que nacieron en la cama del hospital, hoy ya se han hecho realidad. Y eso, significa que la vida me ha dado una segunda oportunidad. 

Una oportunidad que empezó el día que me dijeron que tenía un donante de médula compatible. Sin duda, la mejor noticia que me han dado nunca. Aquel martes y trece también forma parte de mi historia, de mi vida. La alegría me inundó de tal manera que solo podía pensar en lo que iba a suceder tal día como hoy de hace catorce años. Me enfrentaba a lo desconocido, pero ya tenía mucho ganado a la leucemia que de repente se apoderó de las riendas de mi vida. Aquella tarde la recordaré siempre por muchas cosas. Una de ellas era la mezcla de sentimientos. Tenía miedo, dudas, optimismo, ilusión y sobre todo, mucha confianza en los médicos y enfermeras que habían vivido conmigo la experiencia más dura de mi vida. Había llegado el “día cero” y desde ese momento solo quería una cosa: sumar días. Los primeros no fueron fáciles pero, poco a poco, cumplí un año y así he llegado, de momento, hasta los catorce. Ese seré el número de velas que tendrá la tarta de mi cumple-vida. Hoy, sin duda, no es un día cualquiera. 

Hoy es un cumple-vida que me llena de recuerdos, me traslada al pasado y hasta consigue, año tras año, que los ojos se me pongan vidriosos. No se puede olvidar algo así, ni se puede obviar todo lo vivido en el 2006. Además de mis padres, muchos me acompañasteis para hacer frente a la leucemia. Hoy brindaré por mi donante, por mi familia y por todos vosotros, porque aunque dicen que no hay que mirar al pasado, a veces, éste nos recuerda lecciones aprendidas y nos llena de fuerza para afrontar las dificultades del futuro. Y más en este año tan incierto. Por eso, viendo las cicatrices y sintiendo como me dan algunos pinchazos en ellas, sé que de lo malo hay que quedarse con lo mejor. Por eso, debo estar feliz y sonreír cada día porque gracias a la generosidad de alguien Aún tengo la vida

Jimena Bañuelos (@14ximenabs)

El día cero: 14 de Septiembre

Todo comenzó de la noche a mañana. Cada día era una batalla que había que superar. Con fuerzas o sin ellas no había que bajar la guardia. Buscaba aliados sin apenas poder salir de la habitación del hospital, pero siempre encontraba en mi particular universo ese pequeño detalle que me recargaba de energía. Con la esperanza a diario de recibir la noticia que más anhelaba despertaba día tras día en La Princesa. Recuerdo como si fuera ayer cuando me dijeron que tenía un donante de médula. Desde ese instante la pregunta más transcendente para mí ya tenía respuesta: ¿Cuándo sería el día cero? Pues desde hace nueve años es el catorce de septiembre. El principio del fin estaba cada vez más cerca.

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Cumpliendo años de vida

Y cerca están los recuerdos de aquella tarde, en la que ninguna adversidad iba a poder aplacar mis ganas de vivir. Alguien sin conocerme me estaba haciendo el mejor regalo de todos, me estaba regalando vida. Y eso, sin duda, marca un antes y un después. De ahí, que este “segundo cumpleaños” sea especial. No es necesario hacer una gran fiesta pero sí celebrarlo como la victoria que fue. El mejor regalo para hoy es disfrutar del excelente tiramisú que me sirve Luis en La Manduca en compañía de mis padres. Ellos fueron y siguen siendo mis fieles compañeros de batallas en el día a día. Las sonrisas que muestran en sus caras tienen, especialmente hoy, un matiz especial. Y es que cuando los sentimientos están a flor de piel son muy difíciles de disimular.

No pienso disimular si hoy me emociono porque las lágrimas muchas veces dicen lo que el corazón ya no puede expresar. En la adversidad aprendí a conocerme. Descubrí la fortaleza que hay en mí, lo relevante que es buscar el lado bueno de las cosas y lo más importante, a valorar todo lo que me rodea. Hoy soplaré nueve velas pensando en los sueños que me quedan por cumplir, porque después de tres mil doscientos ochenta y siete días de aquello puedo gritar a los cuatro vientos que Aún tengo la vida.

Jimena Bañuelos (@14ximenabs)

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Diseño: Daniela Franco

13 de junio

Algunos creen en ellas y les dan suma importancia, en cambio para otros es algo irrelevante. Hay muchas, buenas y malas, y cada quien tiene la suya. Un gato negro que se cruza en tu camino, romper un espejo, tocar madera, encontrar un trébol de cuatro hojas, pasar por debajo de una escalera, que se sea martes y trece…

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Día para celebrar

Y precisamente es el calendario el que me dice que es trece de junio. No es martes así que todos tranquilos porque los malos presagios son para otro día. Pero justamente por ser el día que es, recuerdo que hace nueve años viví un martes y trece que entró en mi memoria de una manera especial. Sé que mirar al pasado no es bueno, pero en días como el de hoy me llena de energía y positivismo. Era la noticia que más anhelaba, era el principio del fin de mi batalla personal. Cuando te dicen que tienes un donante de médula compatible, además de llenarte de felicidad supone una gran dosis de fuerza. Desde ese momento, la esperanza aumenta, y esa, es la mejor medicina. En los malos momentos las buenas noticias se agradecen y mucho. Soy consciente que alguien me hizo el mejor regalo posible: Me regaló vida. Y gracias a su generosidad Aún tengo la vida para valorar cada segundo, cada detalle, es decir, cada momento. Porque en las peores situaciones se aprende, y mucho.

No voy a negar que hay recuerdos que me estremecen pero las cicatrices, ya sean físicas o no, sacuden en mi mente imágenes que son difíciles de borrar. La memoria es selectiva y si permanecen en ella serán por alguna razón. Reconozco que en los momentos “de bajón” son el mejor tratamiento. Las victorias están para celebrarlas y los aniversarios también. En mi rostro, una sonrisa. La sonrisa que tiene muchos motivos para brillar. Y que se ilumina aún más cuando alguien me dice que se ha hecho donante de médula. Informarse no cuesta nada pero ese es el principio para que alguien pueda recibir “la noticia”. Para esa persona, creedme, ese día queda grabado. Si los medios de comunicación llenan de titulares las portadas y los informativos, quien tiene un donante compatible lo difunde a todos los que están luchando con él. Porque la familia y los buenos amigos son el mejor ejército para hacer frente a la adversidad pero también para disfrutar de la victoria.

Llegados hasta aquí, sólo puedo recordar al escritor y médico irlandés, Goldsmith cuando dijo: “El mayor espectáculo es un hombre esforzado luchando contra la adversidad; pero hay otro aún más grande: ver a otro hombre lanzarse en su ayuda”. Ahí lo dejo… pero me encantaría que los que están esperando puedan decir muy pronto lo mismo que yo: Aún tengo la vida.

Jimena Bañuelos (@14ximenabs)