UN ANTES Y UN DESPUÉS

Siempre hay un motivo para sonreír aunque a veces resulte complicado encontrarlo. En los tiempos que corren un simple mensaje de texto puede hacerte más ilusión que cualquier otra cosa. De hecho,  la cita para recibir el pinchazo de la vacuna produce una explosión de felicidad como nunca antes lo ha había hecho otra cita sanitaria. Es normal, porque una mayoría de nosotros somos conscientes de que nuestra protección y la de quienes nos rodean pasan por ese gesto. Por eso, es lógico que este acontecimiento se quiera compartir por tierra, mar y aire o, mejor dicho, por cualquier red social en la que participemos. Tras la cita, llega el “día D” y ese momento para la historia individual bien se merece una foto en la que la sonrisa es capaz de traspasar cualquier mascarilla. 

Una sonrisa que se acentúa en esta época en la que el verano está llamando a nuestra puerta. Las ganas de volver a disfrutar son infinitas porque, aunque nos aconsejen continuar con las precauciones, hay un impulso en nuestro interior que nos invita a retomar la antigua normalidad. Una normalidad que no volverá a ser como la de antes, pero que se adaptará a las secuelas que la pandemia deje en cada uno de nosotros. Es obvio que hay un antes y un después de todo esto. 

Como también hay un antes y un después en la vida de todos. Siempre hay un hecho que lo cambia todo. Por eso, no puedo olvidar lo que significa el 13 de junio para mí. El pasado domingo no fue un domingo cualquiera. Fue el aniversario del día que lo cambió todo. Se han cumplido quince años. Quince años en los que no puedo olvidar la mejor noticia que me han dado nunca. Y, precisamente, fue mi doctora la que me la dio. No recibí ningún mensaje en el móvil porque fue en aquella habitación del hospital con mi madre como testigo cuando, con una sonrisa de oreja a oreja, me dijo: “Jimena, tienes un donante de médula compatible. Esto se acaba.” Se acababa la incertidumbre porque de ahí en adelante todo se tiñó de esperanza. La ilusión y la emoción por lo que estaba por venir reinaron hasta en los días más grises. La batalla contra la leucemia iba a dar un giro de trescientos sesenta grados. El primer «día D” fue aquel martes y trece, y el segundo “día D” llegaría en el mes de septiembre. 

Un antes y un después en mi vida que, sin duda, me marcó mucho puesto que las enseñanzas de entonces han marcado, y mucho, los años que sigo viviendo de regalo. Un regalo que vino de Alemania y que me llenó de una fuerza muy especial, la fuerza de la vida. Y gracias a ella, aprendí, desde muy joven, a saber cuales son mis prioridades. A veces, lo más duro no es dejar atrás el pasado sino aprender a empezar de cero. Y quizás, ahora que las vacunas están frenando a la pandemia, sea el momento de abandonar la vida que habíamos planeado para enfrentarnos a la vida que nos espera. Está claro que nada volverá a ser como antes, pero la actitud siempre lo marcará todo. No perdamos las sonrisas que la pandemia nos arrebató, las cuales han vuelto gracias a un simple mensaje. 

No olvidemos, que en la vida, en un segundo todo puedo cambiar. 

Jimena Bañuelos (@14ximenabs)

Enlace: https://www.elvalle.com.mx/columnas-y-opinion/story/23623/un-antes-y-un-despues

La vida: Suma de experiencias

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Decía William Shakespeare que “el destino es el que baraja las cartas, pero nosotros somos los que jugamos”. Decidir la mejor jugada no es fácil, puedes ganar o puedes perder la partida, pero eso, nadie lo puede saber hasta que no se juega. Lo único seguro es que, al menos, ganas una experiencia más. Afortunadamente, de todo se aprende en esta vida.

En su día decidí jugar. Aposté por tierras mexicanas, y de momento, experiencias estoy ganando muchas. Desde luego, este mes de abril está siendo para no olvidar. Ver la luna roja no es normal, es algo extraordinario; como extraordinaria fue la granizada que cayó hace apenas unos días en la capital. Ambos hechos fueron noticia. Pero tampoco como para llenar páginas y páginas de periódicos. Esas páginas estaban reservadas para elogiar a un gran periodista y escritor: Gabriel García Márquez dejaba huérfanas a las letras. México se entristeció por la pérdida de “Gabo”. De nuevo, otra experiencia que quedará grabada en el archivo de mi memoria mexicana. Recuerdo la primera vez que leí Cien años de soledad. No sería justo decir que me gustó porque me fascinó. Hay muchas cosas que se le pueden agradecer al que fue Premio Nobel de Literatura, de todas ellas, y como periodista que soy, hoy resalto citas como: “El periodismo es el mejor oficio del mundo” o “La mejor noticia no es siempre la que se da primero, sino muchas veces la que se da mejor”.

Todavía se lloraba en México la muerte del escritor colombiano y nada hacía presagiar cómo nos íbamos a despertar el Viernes Santo. Recuerdo las palabras de otro gran escritor español, Miguel de Cervantes dijo: “Lo que el cielo tiene ordenado que suceda, no hay diligencia ni sabiduría humana que lo pueda prevenir”. Eran casi las nueve y media de la mañana cuando sentimos el temblor de la tierra. Un seísmo de ni más ni menos que siete grados nos hizo tambalear. Afortunadamente, poca desagracia sucedió para lo que podía haber sido. Otra experiencia más, desde luego. Pero en mi mente se despertaron recuerdos. Este terremoto es el segundo que vivo y, casualmente, el primero también fue en Semana Santa. ¿Destino, casualidad…? En el 2009, fue Italia la que tembló. Era lunes Santo y yo estaba allí…

“Caminante no hay camino, se hace camino al andar” escribió Machado. Seguiré caminando, de momento, por tierras mexicanas. Ni el seísmo consiguió suspender la espectacular Pasión Viviente de Cristo de Iztapalapa. Asistieron más de un millón y medio de personas…Espectacular y escalofriante pasión…

No sé como será el camino, si las cartas que me toque jugar serán buenas o malas. De momento, tengo claro que “la vida es hermosa, y vivirla no es una casualidad”. Ahora lo escribo yo, en su día lo aseguró Albert Einstein. ¿Qué camino te atreves a andar? ¿Qué cartas te atreves a jugar?…Que cada quien decida…

Jimena Bañuelos (@14ximenabs)

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