SUEÑOS

“La posibilidad de realizar un sueño es lo que hace que la vida sea interesante”. Estas palabras de Paulo Coelho son de sobra conocidas pero en ellas se alberga todo un mundo lleno de ilusiones. Los sueños son ese motor que nos mueve a transformarlos en una realidad. Soñar es, a su vez, alejarse del presente y abstraerse a nuestro mundo más personal. Ese mundo en el que las sonrisas nacen por sí solas mientras la mente elucubra como puede ser la conversión de la imaginación a la existencia. Ese momento, sin duda, es pleno y su satisfacción lo inunda todo y hasta contagia la felicidad a quienes han vivido como luchabas por él.

Una felicidad que siempre es bien recibida porque los momentos malos llegan solos. Hay que reconocer que es un placer ser cómplice de todo este proceso cuando la persona te importa. La alegría compartida siempre se multiplica y hoy en día es más que necesario. Llevamos unos años en los que hemos luchado contra la adversidad, pero a pesar de todo hay que seguir soñando. Habrá sueños aplazados, sueños a corto plazo, sueños que parecen inalcanzables, pero en la vida todo es posible porque los límites nos los ponemos nosotros mismos. Nuestra mente es nuestra mejor aliada pero también nuestro mayor enemigo. Por eso, la constancia no nos puede faltar. Es muy fácil decirlo pero no tanto llevarlo a cabo porque cuando la pereza entra en juego hay que prender con más llama la mecha de los sueños. “Si has construido castillos en el aire, tu trabajo no se pierde; ahora coloca las bases debajo de ellos” como decía el escritor irlandés George Bernard Shaw.

Y volviendo a Coelho, “nunca desistas de un sueño. Sólo trata de ver las señales que te lleven a él.” Una señales que verás cuando estés despierto y afrontes el reto que tantos momentos en babia y noches de desvelo llevas sobre tus hombros. Precisamente, hace cuatro años cumplí un gran sueño que ahora es un bonito recuerdo. En mis manos está “Aún tengo la vida”. Un libro que cuenta una historia que me duele recordar, pero que a su vez me llena de fuerza para afrontar el futuro y la incertidumbre. Fue un sueño durante muchos años y ahora que es una realidad he dejado atrás   el camino que me llevó a afrontar las muchas horas que pasé delante del ordenador poniendo en orden toda esa historia. Obviamente, en todo ese proceso surgieron muchas anécdotas y tuve mis cómplices. Nunca podré olvidar el 22 de marzo del 2018 porque la felicidad inundó su presentación. Su puesta de largo fue un momento mágico porque el sueño se hizo realidad. No era un sueño cualquiera y, por eso, su aniversario es digno de celebrar. 

Sigo soñando la vida y viviendo los sueños porque gracias a que aún tengo la vida continuo construyendo castillos en el aire que poco a poco se irán afincando. Aprendí que sin lucha no hay victoria, pero sin esfuerzo tampoco hay sueños por cumplir. Por eso, hoy cojo el libro en mis manos recordando esa tarde inolvidable y pienso que la vida, esa que solo se vive una vez, cuando te da una segunda oportunidad siempre va a ser mejor que la primera. Me quedan muchos sueños por cumplir y ganas no me faltan. Aniversarios como el de hoy hacen que las excusas y los miedos sucumban al poder de los sueños. A por ellos que para eso está la vida. 

Jimena Bañuelos (@14ximenabs)

Enlace El Valle: https://elvalle.com.mx/columnas-y-opinion/story/31869/suenos

DEBILITAMIENTO

Percibimos decaimiento del ánimo individual, y del cuerpo social. El agotamiento emocional, la carencia de certidumbres, el inescrutable futuro nos entristece. Cunde la melancolía por lo que fue, el desasosiego por lo que debiera ser, la capitulación ante lo que nos viene impuesto. Nuestros deseos chocan contra la realidad, la mirada planetaria, no concede respuestas, la esperanza queda lastimada.

Fue Martín Seligman el que popularizó la denominada indefensión aprendida, que acontece cuando al percibir subjetivamente que no podemos variar la situación aversiva y no tener la capacidad de hacer nada, nos comportamos pasivamente.

Clínicamente es erróneo el diagnóstico que describe lo que nos acontece como indefensión aprendida, pues vivimos, o mejor dicho, padecemos una situación excepcional, objetiva, dañina y perturbadora. A cada uno de nosotros nos cabe el difícil reto del afrontamiento emocional, sin caer en un absurdo y ficticio positivismo, sin escapismos de la realidad, sin sobreactuar, o reflejarnos en espejismos de felicidad.

El miedo; la tristeza; el sentimiento de distanciamiento, de pérdida, de impotencia es normal, es lo normal. Y ante tanta incertidumbre, enfermos, muertos, negocios que cierran, personas en paro, nos cabe no solo compartir sensaciones, inquietudes, desalientos, penurias. Sino analizar la sobreinformación que nos invade, y limitarla. Focalizarnos en lo que está en nuestras posibilidades, desde la prevención, al mantenimiento de relaciones, sociales, la práctica de actividades gustosas, de deporte. 

La gestión emocional correcta, debe conducirnos a valorar lo que tenemos, a relativizar, a tomar perspectiva, a recordar desde nuestra psicohistoria lo que hemos superado en nuestra vida, confirmando la resiliencia de la que disponemos. En una situación tan problemática, hemos de posibilitar el buen humor, practicar el agradecimiento, sabernos útiles para otros congéneres, valorar el estar vivos, aprovechar el presente, disfrutar de las pequeñas cosas, que ahora sí, apreciamos.

Prioricemos lo esencial, la relación con los amigos, los familiares, uno mismo. Organicemos los tiempos, cuidemos la imagen, mostremos lo mejor de nosotros, aprovechemos para mejorar los hábitos de sueño, alimentación, aseo. Démonos momentos satisfactorios. No nos instalemos en un pasado que ya fue, ni en un futuro que no sabemos si será. Percibamos lo que siempre es cierto, que nos necesitamos unos a otros, que estamos irrenunciablemente incardinados, que somos comunidad.

Esta situación prolongada en el tiempo afecta a la vida cotidiana, derrama sensación de embotamiento y desesperanza. El impacto psicológico es severo y por ello hemos de potenciar las fortalezas personales, aceptar el cambio, reconquistar la percepción de control, normalizar el sufrimiento.

El afrontamiento funcional, adaptativo, nos dotará de compromiso y solidaridad, de capacidad de resistencia. En esta transacción biográfica con el contexto en que habitamos, hemos de impedir caer en conductas de evitación. Sigamos el principio estoico de aceptar el miedo, la tristeza, como parte de esta vida, pero no admitamos que nos gobierne.

Hemos de actuar para sentirnos bien (no al revés), y hacerlo según lo que estimamos importante, lo que nos indican nuestros valores. Para erradicar la percepción de incontrolabilidad, nos comprometeremos con persistencia en la acción, pues los actos, no son tanto consecuencia de nuestras emociones, sino de las decisiones que tomamos.

Javier Urra

Prof. Dr. en Psicología y Dr. en Ciencias de la Salud

Académico de Número de la Academia de Psicología de España