ESCAPE ROOM

Pongamos como telón de fondo el madrileño barrio de Lavapiés. En él se han encontrado recientemente restos de un hombre que fue descuartizado, pero eso es lo de menos porque lo que realmente le importa a Edu es presentar a su novia a sus amigos. Por eso, en un local de esa misma zona les propone pasar un rato en un escape room. Aparentemente, es un plan que está muy de moda y es una buena manera de que los cuatro se conozcan. 

Y vaya si se van a conocer. Edu, Marina, Rai y Viky son los protagonistas de un historia que está llena de humor, de miedo, de amor, de principios, de verdades y mentiras y, por supuesto de amistad. Una amistad que estará a prueba dentro del Escape Room. Las apariencias engañan y “la verdad es lo que es, y sigue siendo verdad aunque se piense al revés” como decía Antonio Machado.

Si hablamos de verdad hay que decir que Edu es interpretado por Antonio Molero. Una actuación brillante, de esas que disfrutas desde el patio de butacas. Lo mismo sucede con Marina a quien da vida Marina San José. Su carácter fuerte y sus principios son su seña de identidad. Una identidad que contrasta con la de Rai, Leo Rivera, y Viky, Mónica Pérez. Disimular no es fácil y las apariencias engañan, por eso, el escape room pone a prueba no solo su habilidad para salir de él sino algo mucho más importante: su amistad y sus principios. Según Aristóteles: “Es necesario que haya uno o varios principios y aun, en caso de existir uno sólo, que éste sea inmóvil e inmutable.” Es cierto que ésta es la filosofía apropiada en la vida y está claro que ninguno de ellos está dispuesto a “mostrar sus cartas” como suele decirse, pero ¿si tu vida está juego?

Esa pregunta lo cambia todo. Por eso, es bueno recordar a Groucho Marx y me atrevo a escribir que “estos son mis principios y si no le gustan tengo otros”. Quizás, lo que es férreo al inicio pueda cambiar según las circunstancias. Lo mismo sucede con la sinceridad y de ahí que haya “que tener el valor de decir la verdad, sobre todo cuando se habla de la verdad” como afirmaba Platón. Ésta puede resolver los acertijos a los que se enfrentan los protagonistas y ella será vital para hacer frente a la cuenta atrás que impregna de un ritmo frenético a la obra. La vida de los protagonistas parece perfecta si no profundizamos en ella, pero los cuatro juntos son una bomba de relojería. Está bien exigir a los demás su sinceridad aunque cuando ésta nos toca personalmente quizás queramos evitar el mal trago, o diciéndolo al estilo de Tolstoi: “A todos nos gusta más la verdad que la mentira, pero cuando se trata de nuestra vida, a menudo preferimos la mentira a la verdad, porque la mentira justifica nuestra mala vida, mientras que la verdad la desenmascara.” Ahí está el punto de inflexión que marca la amistad.

Una amistad pura que es el hilo conductor entre Edu y Rai. Los amigos están para cuidarnos y arroparnos incluso cuando no queremos ser conscientes de la realidad. Algo que es evidente a pesar de los momentos agónicos a los que el Escape Room les lleva. La obra involucra al público porque el talento que hay sobre las tablas hace que empatices con ellos. El suspense cargado de sorpresas y humor convierten a Escape Room en un coctel perfecto para disfrutar y para pensar en lo que hay más allá del guion. Por eso, los noventa minutos que viví en el Teatro Fígaro de Madrid merecen mucho la pena porque Antonio Molero, Leo Rivera, Marina San José y Mónica Pérez derrochan ingenio y profesionalidad en una obra que a todos nos pondría a prueba. Eso sí, salí de Escape Room con una sonrisa puesta y esa es la mejor señal de que estos actores dan con la clave del éxito.

Por cierto, vayan al teatro y sean puntuales. El que avisa no es traidor…

Jimena Bañuelos (@14ximenabs)

ENTRE COPAS

Decía Francis Bacon: “Vieja madera para arder, viejo vino para beber, viejos amigos en quien confiar, y viejos autores para leer.” Y, precisamente un poco de todo eso tiene la obra “Entre Copas”. Un historia llena de detalles que envuelve al público de principio a fin. Seamos realistas y  pensemos cuantas cosas hemos dicho y hecho entre copas cuando los amigos están con nosotros. Pues bien, en el Teatro Reina de Victoria de Madrid podemos adentrarnos en una historia que nos sacará más de una sonrisa pero también más de una reflexión. En una hora y media suceden muchas cosas y en ellas no se dan puntadas sin hilo.

Todo comienza con una despedida de soltero y su mejor amigo. Juanjo Artero, es Andrés, su soltería tiene los días contados, pero su carácter de vividor y seductor le llevan a querer despedirse de su estado civil como marcan las tradiciones. Para ello cuanta con Miguel a quien da vida Patxi Freytez. Es cierto que la manera de vivir de éste dista mucho de la de su mejor amigo. Entre el optimismo de uno, el pesimismo del otro y la vida compartida entre ellos surgen momentos inolvidables unos por las risas que generan y otros por lecciones que transmiten. Todo ello acompañado de un buen vino en La Rioja. Es allí donde conocerán a Amaia y a Terra. Dos mujeres que trabajan en las bodegas de la zona y son grandes entendidas en vino. Ana Villa interpreta a Amaia tiene una personalidad muy marcada y es, obviamente, una mujer muy independiente. Los pequeños detalles en su interpretación delatan el talento de mujer. Por otro lado, Elvira Cuadrupani es Terra, amiga de Amaia y juntas forman el tándem perfecto para vapulear los pensamientos que Andrés y Miguel tienen en su cabeza. Unos pensamientos basados en la vida y en como afrontarla. El tiempo pasa y los momentos son el presente aunque siempre se busca la ocasión perfecta para degustar, como es el caso de Miguel, su mejor vino. Quizás esa perfección que uno busca no exista y la vida se nos escape. La mente es la que guía pero también hay que escuchar al corazón.

Un corazón que trae de cabeza a Andrés, pero ya se sabe que entre copas puede ocurrir lo inesperado. Es cierto que no sabe de vinos como su amigo, el frustrado escritor. Quizás, si me pongo a su altura pueda recordar a Dalí diciendo: “El que sabe degustar no bebe demasiado vino, pero disfruta sus suaves secretos.” Un consejo válido al principio pero difícil de mantener cuando el guion de la vida te lleva por otros derroteros. En cambio a Andrés le pega más la famosa frase de “el que al mundo vino y no toma vino, ¿a qué vino?” Pues vino hay a raudales al igual que talento sobre las tablas.

Y muchas tablas tienen Juanjo Artero, Patxi Freytez, Ana Villa y Elvira Cuadrupani para trasladar a los espectadores a una historia entretenida en la que se muestra la amistad, la soledad, la alegría, la tristeza, la sinceridad, la nostalgia y muchos valores que están en nuestra rutina. Eso sí, el fin está claro. Hay que gozar del presente, dejar de lado la amargura porque en la vida puedes ver el vaso medio lleno o medio vacío pero siempre es mejor quedarse con lo positivo. La actitud lo es todo y “Entre copas” te enseña el camino a ello o al menos, entre risa y risa, te deja un “run run” en la cabeza que te invita, además de a tomarte un buen vino, a reflexionar. 

En definitiva, parafraseando a Pío Baroja, “viva el buen vino, que es el gran camarada para el camino.” Un camino en el no puede faltar un buen amigo, que a su vez, es un buen confidente. La amistad devuelve favores porque hay valores que son incuestionables. Vamos, que “entre copas” todo es posible, pero vida no hay más que una y ésta sí es una gran reserva con denominación de origen que tiene que ser degustada por uno mismo día a día hasta el final. Cada uno es dueño de su propia botella. Ahí lo dejo…

Jimena Bañuelos (@14ximenabs)