DESINFORMACIÓN

Por Javier Urra*

Naturalmente, que hay profesionales y medios de comunicación que trabajan con seriedad, que ahondan en la noticia, que van a las fuentes, que se esfuerzan.

Pero no es menos cierto, que hoy hay muchos periodistas y medios de comunicación que no informan, dan su opinión, prejuzgan, o simplemente no indagan.

Y en cuanto a los expertos, muchos de ellos, saben de lo suyo, pero son muy malos comunicadores, se traban, tienen una voz horrorosa, confunden y se confunden. 

Creo que informar, requiere conocer, ahondar en la noticia, tener criterio, entender que es lo esencial. Y en tiempos de pandemia, de confinamiento, muchos medios se han dejado llevar, por lo que dicen los dirigentes políticos, que naturalmente intentan arrimar el “ascua a su sardina”.

Realmente a una persona como yo que tanto como profesor de la universidad, como ponente en conferencias, como escritor, como redactor de informes para la Justicia, se me demanda ser buen comunicador, me llama poderosamente la atención lo mal que se expresan personas que se dirigen a veces a millones de personas.

Se me dirá, hay quien es muy inteligente, pero se expresa mal, déjenme que lo dude, pues pensamiento y lenguaje van de la mano. Acontece como quien escribe bien y habla mal, me genera franca desconfianza.

Tengo la triste impresión de que hay profesiones o desempeños que se han devaluado, citaré dos: los políticos, cada vez con peor nivel formativo, y más baja cualificación para el desempeño de su función, lo que les lleva a ser una caricatura del cuadro de Goya en el que se golpean uno al otro de manera inmisericorde.

La otra profesión en franca decadencia es la de los periodistas, que no investigan, que creen que pueden resolver todo desde la pantalla de su ordenador convirtiéndose en voceros de noticias que no lo son, por ser falsas. 

En tiempo de bulos precisamos de fuentes de información fiables, creíbles, contrastables, y nos encontramos con que la ciudadanía no tiene esas referencias, por lo que opta por escuchar, por ver, por leer a quien confirma sus creencias, que por serlo, son previas.

A lo largo de mi dilatada carrera profesional he sido entrevistado, no cientos, sino miles de veces, y puedo asegurar que siendo la misma persona mis respuestas lucen o quedan grises o deshilvanadas dependiendo de quién formula las preguntas.

El periodismo, tiene una importante labor, la de informar, la de entretener, la de salvar a un sistema político que no siendo bueno, es el mejor que conocemos y que denominamos democracia, pero para ello se requiere independencia de la propia empresa o de las empresas que las sostienen, y hoy hay mucho pagafantas, mucho arribista y mucho ganapán. 

Lo antedicho se refiere a un número importante de medios y de profesionales, repito, marcadamente sectarios, pero no a quienes trabajan con coherencia, con ética, con compromiso, con respeto a quienes va dirigida su crónica y su labor diaria. 

El rigor, en el desempeño profesional es esencial. Y miedo me da el conchaveo de políticos y periodistas para liquidar a los que están al otro lado, de la ya denominada trinchera. 

Yo soy psicólogo y he pronosticado que a título individual, muchas personas saldremos de esta pandemia en algo, solo en algo mejorados. Pero la estructura social no cambiará, el planeta seguirá contumazmente suicidándose, y en España los posicionamientos nacionalistas y guerra civilistas nos abocarán a situaciones en el mejor caso de peligro. 

*Javier Urra :

Dr. en Psicología y Dr. en Ciencias de la Salud

Académico de Número de la Academia de Psicología de España 

LO QUE NOS ATA A LA VIDA

Cada día que pasa es un día menos que nos queda para dejar atrás los besos y abrazos virtuales, las largas conversaciones telefónicas y recuperar esa «normalidad» que tanto añoramos. Son tiempos difíciles y toda ayuda es buena. Por eso, Javier Urra nos guía con sus palabras en este confinamiento que no está siendo fácil para muchos. Pasen y lean al experto.

LO QUE NOS ATA A LA VIDA

Es la esperanza.

En tiempos de devastación, percibimos la soledad, la angustia, sabiendo solo que lo peor está por llegar. Lo preocupante no es convivir confinados, sino sentirnos víctimas potenciales, asumir la indefensión, la impotencia. Nos acongoja el intuir reacciones imprevisibles abocadas por la incertidumbre, apreciar que el creíamos sólido organigrama social se tambalea, sentirnos atrapados por el miedo de debacle económica. Vivíamos de espaldas a la muerte, ahora pendientes de ella. Precisamos utilizar la razón, pero nos embarga la emoción.

Nunca se está preparado para lo imprevisible. Entendamos, asumamos, nuestra fragilidad emocional y la de los conciudadanos que son nuestros vecinos y todos los que habitan este nuestro único mundo. Combatir lo que no se ve genera impotencia, escuchar que no contamos con medios suficientes para combatir la pandemia mina la credibilidad en las instituciones y quienes las dirigen. Estar recluidos en casa aun sabiendo que es lo que hay que hacer, resulta incapacitante. No saber si ya estamos infectados nos anonada. Anticipar que si caemos enfermos la ayuda exterior viene desde la distancia, la mascarilla, las gafas, nos hunde en la peor de las pesadillas. El sufrimiento se acrecienta cuando no se puede visitar a seres queridos, algunos en residencias, o enterrar a quienes amamos, sin poder compartir el duelo. Es entendible que nos rodeen los pensamientos catastrofistas, que en nuestro callado silencio interior entremos en pánico. En tiempos de crisis, precisamos liderazgo, ideas, criterios, disciplina, una correcta operatividad de gestión de la comunicación.

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Javier Urra

Ahora que somos conscientes, sabemos que precisamos del apoyo mutuo, que en lo posible hemos de manejar la ansiedad, racionar la dosis informativa, que nuestros pensamientos y emociones no giren constantemente en torno a la negatividad y el dramatismo, que no aireemos de forma reiterada miedos e inseguridades. Vamos a pasar por las distintas fases del duelo: Negación. Ira/rabia. Tristeza. Aceptación. Sabemos y esta es la buena noticia, que este es un período transitorio, en el que hemos de ser prudentes y no tomar decisiones definitivas. En el que hemos de mantener la comunicación fluida, la conexión emocional. En lo posible, reservemos espacios y momentos de intimidad, al tiempo, estemos atentos a las necesidades del otro. Habrá roces y conflictos, no personalicemos las recriminaciones, interpretémoslos como circunstanciales, fruto de la tensión. No busquemos culpables; no nos creamos en posesión de la verdad; no se sienta la víctima; no humille; no exija; no sea negativo; no transmita desesperanza; no se autoinculpe; no ejerza agresividad pasiva; no utilice el sarcasmo, ni el contraataque; no eleve el tono; no etiquete; no falte al respeto; no deje enquistarse los problemas; no traslade tensión. Que de la frustración no demos paso a la agresividad, a la violencia. Démonos tiempo para la soledad, la escucha, el silencio, mimemos la comunicación verbal y gestual.Mantengamos los horarios, los objetivos diarios, y al tiempo seamos imaginativos, para hacer cosas que nunca hemos hecho.

Es hora para ser generosos, y deseamos serlo a título individual, pero cada Nación cierra sus fronteras, cada Comunidad Autónoma reclama lo que cree suyo. Somos una especie vulnerable, pero que sobrevive desde la cooperación, la investigación.

Precisamos valentía, talento, compromiso, optimismo y esperanza. La Psicología nos enseña que somos adaptables, flexibles, resilientes, que afrontamos las crisis, las pérdidas, los sufrimientos mucho mejor de lo que anticipamos. Hay familias, hay personas que lo van a pasar mucho peor, enfermos mentales, dependientes, adictos, víctimas de violencia de género, de violencia filio- parental. Y muchas otras más, quien padece hiperactividad, quien está afectado de graves minusvalías. El resto debemos relativizar nuestras incomodidades. La crisis, ansiedad, angustia, incertidumbre, exige evitar conflictos, ampliar la empatía. Y cuidar de los detalles como vestirnos de calle, aun hasta para estar en el hogar, diferenciar días laborales y festivos. Realizar ejercicio físico, aprovechar el tiempo realizando tareas pendientes.

Sí resistiré, resistiremos, nos comunicaremos de todas las formas posibles, desde luego online. Hay que hacer, pero sobre todo, hay que centrarse en el ser, y en el estar. Sabiendo que no estoy solo, que soy solo, que estamos solos, pero unidos para intentar sobrevivir. Somos vulnerables, individual y colectivamente, lo estamos comprobando. Viviremos sabiendo que vamos a morir y que en cualquier momento podemos amanecer sobresaltados.

Javier Urra

Dr. en Psicología y Dr. en Ciencias de la Salud

Psicólogo Forense

Académico de Número de la Academia de Psicología de España

NO SOY, SOMOS

Vamos a cumplir una semana de confinamiento. Estamos viviendo una situación muy complicada. Por eso, he vuelto a recurrir a mi amigo Javier Urra para que nos ayude a sobrellevar estos tiempos que corren. Os invito a leer sus palabras:

NO SOY SOMOS

Somos sociales, nos sentimos concernidos colectivamente, nos encanta donar sangre, y ayudar desbordando el propio “yo”, para alcanzar el “nosotros”. Cuando la amenaza es global, entendemos que la respuesta al unísono debe ser colectiva. Está en nuestras manos, en la higiene, en las conductas, minimizar el daño, los sufrimientos. Confiamos en los otros, y esperamos que confíen en nosotros. Reciclamos por el bien común, nos implicamos en la responsabilidad solidaria. Habrá egoístas, insolidarios, especuladores, pero la mayoría sentimos la obligación moral como un acto de esperanza en la humanidad, de libertad asumida. Es la acción fraterna la que da sentido a asumir incomodidades individuales.

El apoyo mutuo, la coordinación, nos permite captar que no estamos solos, que no somos seres aislados. Transmitir pautas de actuación, coherentes, mostrar la ejemplaridad de las acciones, es necesario como detonante de un compromiso cívico que anhela contribuir. Quien ostenta representación y reconocimiento social, debe transmitir confianzaen quienes aportan humilde y calladamente generosidad y compromiso. La situación actual a diferencia de la acontecida en el 11M, demanda perseverancia, manejo del equilibrio, de los tiempos.La fatiga, la inconstancia, los interrogantes, las dudas son componentes del ser humano, que piensa y se conduce no desde una aséptica racionalización, sino desde la vivencia de secuenciadas emociones. Tiempos de incertidumbre y temor, también de compromiso, de esperanza, de revisión de nuestra forma de vivir, colectiva e individual.

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Javier Urra. Dr. en Psicología y Dr. en Ciencias de la Salud Psicólogo Forense

Cooperamos, esa es la verdad, no es momento de competir, de levantar fronteras. El mundo es uno para la transmisión de enfermedades y para combatirlas. El yo y mis circunstancias orteguiano, se reconvierte en las circunstancias que confunden al yo con el tú. Nos ayudamos, nos necesitamos. Estamos convocados a una tarea colectiva, interpelados como ciudadanos. Es hora de sacrificios compartidos, estamos con los vínculos y apegos en cuarentena, siendo que la sociabilidad nos hace humanos. Ante esta prueba de estrés, reconoceremos la importancia de las denostadas “pantallas”, buscaremos compartir sonrisas para sobrevivir cuerdos, nuestra actitud positiva hará que cuidemos nuestra vestimenta en el hogar, el lavado del pelo, etc., por respeto al otro, y por no caer en el riesgo cierto de abandonarse. En este tiempo indefinido, en lo que nada de lo que acontece es normal y todo va muy rápido, en cascada, y sin embargo todo se para. Vemos en el prójimo anónimo, un aliado, ya nadie nos es ajeno. Hemos de elevar el ánimo colectivo, respirar esperanza, no transmitir aislamiento ni alejamiento.Busquemos el interés general, mentalicémonos ante el dilema de no ver a quien se desea contactar.

Seamos muy conscientes de que lo único irreversible es la pérdida de vidas, pero recordemos y dispongámonos a ayudar a los mendigos; a los presos; a los afectados por Alzheimer; a los que padecen claustrofobia; a los más mayores, solos, aislados y temerosos. Cabe en muchos casos el acompañamiento telefónico (WhatsApp; Skype), si bien hay ancianos que no tienen red social, toda la información la obtienen de la televisión ¡cuidado con no estigmatizar! Veamos la fuerza de nuestro tejido social ante los múltiples contagios silenciosos, se precisa información clara, concisa. Los ciudadanos además de resignarnos, hemos de tener una tarea, unaresponsabilidad, un hacer algo por los demás, en este caso, saber que estar confinados es una necesaria aportación.

Vivimos en la incertidumbre, y esta genera miedo. Quienes se involucran desde la medicina, la enfermería, la psicología, y otros ámbitos sanitarios compartimos un sentimiento profundo de utilidad, pero no se dude, cada persona y desde su hogar además de descubrir las muchísimas tareas que se pueden hacer en casa, comprobará que pueden ser parte esencial de una red de apoyo, de afecto, de compromiso social. Vivir con y para los demás, pues como el hilo entrelaza las perlas, la solidaridad engarza otras virtudes que nacen de la conciencia humana. Escuchemos a Platón: “Buscando el bien de nuestros semejantes, encontramos el nuestro”.

 

Javier Urra

Dr. en Psicología y Dr. en Ciencias de la Salud

Psicólogo Forense

Académico de Número de la Academia de Psicología de España.

AFRONTAR PSICOLÓGICAMENTE EL CORONAVIRUS

Mi buen amigo Javier Urra nos da las pautas para afrontar la situación que estamos viviendo. Os invito a que os adentréis en este artículo porque toda ayuda es buena, y más, cuando viene de los profesionales:


AFRONTAMIENTO PSICOLÓGICO

Humanos, siempre vulnerables. Desde el poder de la convicción social hemos de dar ejemplo de responsabilidad individual y colectiva.

En esta etapa de incertidumbre la sociedad civil ha de dar un paso adelante. Este no es momento para la sobrerreacción o el sálvese quien pueda. Hemos de apoyar a nuestros sistemas sanitarios, evitando el pánico.

Desde luego estamos en crisis y se aprecia la vulnerabilidad de la salud, de la economía. Quiebras en cadena, de producción, de turismo, en las bolsas. Tenemos una pandemia, pero veamos si también va a ser de generosidad o de egoísmo.

Es hora de que nuestros jóvenes muestren su altruismo y responsabilidad, ahora toca cuidar, preservar, a los más mayores.

Precisamos ante tanta sorpresa, ante un hecho inesperado, liderazgos sociales, solidaridad, comprensión, compromiso. Este es un mundo en que hay globalización también de las personas, y necesitamos de una gobernanza global.

WhatsApp Image 2020-03-17 at 11.25.44Evitemos o al menos limitemos en lo posible la desinformación, sigamos lo que la Organización Mundial de la Salud (O.M.S) nos señala, así como nuestras autoridades sanitarias. En un momento de incertidumbre exponencial, con un periodo que es indefinido de tiempo, acostumbrados como estamos a la movilidad humana, nos adaptaremos al teletrabajo y nos resultará difícil el dejar de tocar y ser tocados, del contacto, del piel con piel.

Apreciaremos las carencias. Observaremos la inmoralidad de los especuladores, conoceremos de las bancarrotas, del sufrimiento de los países sin red sanitaria.

Una crisis económica mundial es previsible, o al menos una recesión económica con aumento del desempleo, y como siempre en los avatares de la vida, afectará a los más desfavorecidos, a quienes están en situación precaria, a las personas sin hogar.

Vivimos, algunos malviven, con altos niveles de desigualdad. Pero llegados a este punto, la psicología nos enseña que hemos de ser más resilientes, que hemos de fortalecer la capacidad de resistencia social.

Es importante la actitud ante esta gran disrupción, y saber que aislarse es un riesgo grave. Conozcamos lo que acontece desde un enfoque clínico, sigamos los informes oficiales de noticias.

Hemos de adaptarnos a título individual y comprobar que no todo en la vida está bajo control, que vuelven viejos fantasmas, que hay quien nos transmite escenarios apocalípticos, y por contra nos encontramos con la arrogancia de los irresponsables. Estamos ante el vacío, ante la sensación de que todo puede quebrar, nos preocupa lo impalpable, la conciencia de fragilidad.

La realidad es la que es, y la que hacemos. No somos inmortales. Mantengamos (en lo posible) la normalidad, no nos obsesionemos, no seamos abducidos por la sobreinformación. Busquemos la verdad, y desde luego busquemos el apoyo afectivo. Afrontemos la situación ayudando a los demás, manejando el autocuidado, apoyándonos en seres queridos ante la ansiedad. No perdamos la perspectiva, no nos sintamos acosados y acorralados, y desde el autocuidado mantengamos nuestra salud mental.

En caso de nerviosismo abrumador, tristeza persistente, angustia o pánico, acudamos a un psicólogo clínico. Pues estos expertos en salud mental ayudan a las personas a lidiar con el estrés extremo. Aportan formas constructivas de manejar la adversidad.

No es broma, decir que hay que recurrir en lo posible al humor. El tema es grave, pero puede ser largo, y el ser humano necesita agarrarse, acogerse a fortalezas que le den perspectiva, que le den seguridad. Al respecto pensemos en la baja mortandad. Seamos conscientes del inmenso porcentaje de personas que se curan. Realicemos acciones que nos transmitan sensación de control, como el lavarnos las manos y seamos responsables de lo que hacemos, pues podemos ayudar.

Cuidado con las redes sociales y con el contagio del miedo y del pánico. Que el miedo no nos conduzca a manejarnos por impulsos. Si bien, la red social nos puede mantener conectados fomentando la sensación de normalidad y proporcionando valiosos medios para compartir sentimientos. Han de preocuparnos y mucho las personas que viven solas, y más si son mayores. Con respecto a los niños, hay que explicarles, informales de manera honesta y apropiada para la edad, hay que involucrarles, son ciudadanos de pleno derecho. Los niños observarán los comportamientos y emociones de los adultos, para acompasar sus propios sentimientos. 

Esta sociedad falsamente se siente muy segura, y de pronto todo parece desplomarse o al menos quedar en suspenso, a partir de ahí, hay una sensación de que el problema es global pero la afectación es individual, y muchos, los más, no saben qué hacer. Por un lado, hay que retirarse a los hogares, para evitar la propagación, por otro, muchos profesionales hemos de estar allí donde nuestra labor es esencial, donde los otros nos esperan. Y en ese sentido todos los que estamos concernidos en el ámbito de la salud, ya sea física o mental, tenemos un compromiso social ineludible. No hemos de acentuar los efectos de la epidemia por coronavirus Covid-19, con unas conductas de alerta personal y socialmente inadecuadas. Los ciudadanos del mundo hemos de asumir nuestra responsabilidad individual, sin ser paralizados por el miedo, sin entrar en pánico, ni obsesionarnos con la preocupación de enfermar. Hemos de tener capacidad para interesarnos por otros asuntos sin sobreexponernos a una información que satura y limita.

No podemos mantenernos en un estado de alerta permanente obsesionados por preocupaciones y sensaciones impedidos para dormir, trabajar, o salir del hogar.

Cuidemos en no reconvertir el miedo y la frustración en agresividad o violencia. Pensemos también en cuando esto pase.

Sigamos los consejos científicos, evitemos consumir y propagar información no contrastada.

Fortalezcamos nuestra capacidad de adaptación, de resolución de problemas. Mantengamos y compartamos desde el análisis de realidad una actitud optimista y esperanzada.

No magnifiquemos, ni trivialicemos el riesgo.

El ser humano es resiliente, afronta el sufrimiento, la incertidumbre, la ansiedad y la angustia.

Algunas personas somos población de riesgo, otras son y serán afectadas con el consiguiente deber de aislamiento.

Hoy la tecnología permite mantenerse conectado con los seres queridos.

Además será el momento de ocuparse, leyendo libros, viendo películas, escribiendo, para no caer en la soledad, la desesperanza y el miedo.

La especie humana sigue en evolución, esta es una prueba de compromiso, de sentirse concernido la solidaridad.

El brote eclosionó en una ciudad de China, la epidemia se extendió por el mundo, una pandemia, que nos enseña, que somos un solo mundo, que no conoce de fronteras ni nacionalismos.

Somos la suma de individualidades que compartimos la misma existencia.

Que aprendemos a seguir viviendo con restricciones, que modificamos costumbres, que prescindimos de lo que nunca habíamos pensado.

Como sociedad universal saldremos fortalecidos.

Este seísmo social nos recuerda la importancia de los abuelos, el acuerdo en la pareja, lo esencial de la escuela, el encuentro en el hogar durante días de padres e hijos, la flexibilidad laboral.

Creo que podemos y debemos aprender y aprovechar mucho.

 

Javier Urra

Dr. en Psicología y Dr. en Ciencias de la Salud Psicólogo

Forense Académico de Número de la Academia de Psicología de España

*Texto avalado por la Academia de Psicología de España