RECORDANDO A LOS AUSENTES

Siempre la llegada del mes de noviembre llega cargada de nostalgia y de recuerdos de quienes ya no están con nosotros. Los cementerios se llenan de flores, de lágrimas y de unos sentimientos que sin querer te devuelven al pasado. A un pasado en el que se han vivido muchos momentos con esas personas a las que añoramos, no solo en esta época sino todo el año. “Solo se muere cuando se olvida, y yo nunca te olvidaré”, un mensaje de la película de “Coco” que es una enseñanza con mayúsculas y, por supuesto, una gran verdad. 

Las tradiciones a este lado del charco son distintas. Aquí, no concibo celebrar Halloween, pero reconozco que tuve la oportunidad de vivir uno al más puro estilo americano al otro lado del océano. Importar algo que no está arraigado a nuestra cultura no tiene sentido, si se hace por modas, peor me lo pones; quizás a todas esas brujas, zombies y demás seres les mueva irse de fiesta, pero para eso no hace falta excusarse en algo que no es nuestro.

No quiero “ni truco, ni trato” prefiero unos buñuelos y si me apuras hasta unos huesos de santo a pesar de que estos no me agradan demasiado, pero mi abuela tenía la costumbre de llegar siempre a  mi casa con este dulce. Esa visita era una tradición en sí. Verla disfrutar de ellos será un recuerdo de los muchos que me quedan. Obviamente, si tuviera que preparar mi altar al más puro estilo mexicano estaría su foto junto con la de mis dos abuelos. Si tengo que elegir entre Halloween y el Día de Muertos mexicano, sin duda, me quedo con este último. De hecho, desde que regresara de allí a los buñuelos y a los huesos de santo hay que añadirle le pan de muerto. 

Un pan de muerto que lleva implícito en sus ingredientes mucha historia. De México me traje muchos amigos, muchas experiencias, y por supuesto, muchas instantáneas entre las que destaco, en estos días, las que están teñidas de naranja. El naranja de la flor de Cempasúchitl. Siempre digo que soy afortunada por haber vivido en México el Día de Muertos. No me extraña que la UNESCO declarara esta fiesta como Obra Maestra del Patrimonio Oral e Intangible de la Humanidad. No olvidemos, y más en estos tiempos, estas palabras de la UNESCO: “…ese encuentro anual entre las personas que la celebran y sus antepasados desempeña una función social que recuerda al individuo en el seno del grupo y contribuye a la afirmación de la identidad…”

Una identidad que tiene que ser férrea a sus principios y a sus tradiciones. También, no me puedo olvidar de Don Juan Tenorio. A pesar de que intenten que Halloween lo inunde todo, los que somos cabezotas por naturaleza seremos la resistencia a las imposiciones externas. Reitero que solo incluiré en mis tradiciones el Día de Muertos porque México vive en una parte de mi corazón y, por eso, las calabazas solo las uso para hacer una buena crema y no como objeto de decoración.

Y dicho esto y recordando que Cicerón dijo: “La vida de los muertos perdura en la memoria de los vivos”. Hoy mi homenaje tiene tres nombres: Rosario, Eusebio y José María. Tres personas que han dejado en mí una huella eterna. Mirando al cielo os abrazo, os recuerdo y os añoro. No hay duda de que sois eternos. 

Jimena Bañuelos (@14ximenabs)

Enlace de El Valle: https://elvalle.com.mx/columnas-y-opinion/story/27835/recordando-a-los-ausentes

Festejando a los muertos

En la cocina, con el delantal puesto y acompañada por la harina, el azúcar, la mantequilla, los huevos y el resto de los ingredientes; este año no se cocinan ni buñuelos ni huesos de santo. Es la primera vez que el pan de muerto ha sustituido a los tan tradicionales dulces españoles.det_article_dayofthedeadbreadbraid

El tiempo pasa, las cosas cambian pero los recuerdos no se olvidan. En estos días en los que el naranja de Halloween se mezclaba en las tiendas y supermercados con el rojo y verde navideño, era difícil no acordarse de lo que pasaba en mi casa año tras año. Era mi abuela la que traía siempre los huesos de santos, tan queridos por unos y tan odiados por otros…Confieso que soy más de buñuelos y si encima están rellenos de chocolate…Uff, dejémoslo ahí que estoy a muchos kilómetros…

Precisamente, a muchos kilómetros de mi casa he visto, por fin, un auténtico “truco o trato”. Nunca me habían regalado una “calaverita” de chocolate hasta que el pasado viernes fue mi amiga Dani la que me transmitió que las brujas, las calabazas, la fiesta de Halloween y, como no, el día de Muertos es especial en México.

Han pasado ya once años desde que en Francia la UNESCO declarara esta fiesta como Obra Maestra del Patrimonio Oral e Intangible de la Humanidad. Y es que esta festividad es “…una de las representaciones más relevantes del patrimonio vivo de México y del mundo…” Tanto a este lado del charco como al otro los difuntos son honrados por sus familias. La ausencia de los que no están nunca se podrá reemplazar pero las experiencias vividas y los recuerdos siempre permanecerán en nosotros. Los cementerios se llenan de lágrimas, de flores y de sentimientos en un día en el que el negro del luto por la pérdida cambia de color. En México, la protagonista es la flor de Cempasúchitl que, además de ser el símbolo del resplandor del sol, significa que la persona no ha sido olvidada… Y es que “ese encuentro anual entre las personas que la celebran y sus antepasados desempeña una función social que recuerda el lugar del individuo en el seno del grupo y contribuye a la afirmación de la identidad…» Así lo dijo la UNESCO.

Sin duda, la vida de los muertos perdura en la memoria de los vivos como decía Cicerón. No hace falta que sea noviembre para echar de menos a los que no están porque ya escribió el historiador francés Lamartine: “A menudo el sepulcro encierra, sin saberlo, dos corazones en un mismo ataúd.”

Jimena Bañuelos (@14ximenabs)

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