Puede ser un propósito de Año Nuevo o puede ser una aventura. De lo que no hay duda es de que será una gran experiencia. Una experiencia cargada de historia.
Todo comenzó un día paseando por el centro de mi ciudad natal. En Burgos se respira historia por todos sus rincones, pero fue a pies de la majestuosa catedral donde la curiosidad me llevó a preguntar en la Oficina de Turismo por el Camino del Cid. Bien es sabido que además de presumir de morcillas, de Atapuerca, de un frío que no deja indiferente a nadie, la gesta de Rodrigo Díaz de Vivar comenzó en esta provincia castellana. Burgos alabó a este héroe pero también protagonizó el principio del camino más duro para el Campeador. El Camino del Cid es el camino del destierro que se inicia en Burgos pero que pasa por Soria, Guadalajara, Zaragoza, Teruel, Castellón, Valencia y Alicante. Por delante hay muchos kilómetros en los que la Edad Media será la protagonista. Bavieca y Tizona siempre acompañaron al Campeador y en este viaje lo que no puede faltar en las “alforjas” es el Cantar de Mio Cid.
“A la salida de Vivar, tuvieron la corneja diestra, y, entrando en Burgos, tuvieron la siniestra”. Con estos versos del Cantar comienza este viaje en Vivar del Cid. En esta localidad burgalesa todo tiene un toque cidiano. De ahí, a Sotopalacios donde los estudiosos aseguran que se encontraba la casa del Cid para llegar a Burgos donde el rey Alfonso VI decretó que nadie lo ayudara.
“Una niña de nueve años se presentó ante su mirada / ¡Hola Campeador, que en buena hora ceñiste espada! / El rey lo ha vedado, anoche de él nos llegó una carta, / Que no nos atreviésemos a abriros y hospedaros por nada; / Si no, perderíamos los haberes y las casas / Y por si fuera poco, los ojos de las caras. / Cid, en causarnos mal no ganaríais nada, / Que el Criador, pues, con toda su gran misericordia os valga./ Habiendo dicho esto, la niña se volvió para su casa. / Allí se convenció el Cid de que el rey le había negado su gracia. / Se alejó de la puerta, por las calles de Burgos aguijaba, / Llegó en Santa María, al punto descabalgaba; /Se hincó de rodillas, de corazón rogaba; / Salió por la puerta y en Arlanzón paraba, / En los arenales de esa villa, allí descansaba / Armaron la tienda después que descabalgaran. / Mio Cid Ruy Díaz, el que en buen hora ciñó espada, / A su alrededor, una buena compaña. / Allí descansó Mio Cid como si estuviese una montaña.” (Cantar, 40) Fue en el Arco Santamaría donde todo esto ocurrió y es, precisamente ahí, donde se puso el primer sello a mi salvoconducto.
Continúo hasta el Monasterio San Pedro Cardeña. Allí “el que en buena hora nació” dejó a su mujer, Doña Jimena, y a sus hijas, Doña Elvira y Doña Sol, bajo la protección del abad del Monasterio hasta que el Cid las mandase llamar. De hecho, aun una de las torres es conocida popularmente como “doña Jimena”. A día de hoy, allí se puede ver la tumba de Babieca.
Y esta primera etapa por tierras burgalesas la termino en Pinarejos. La historia dice que “el de la barba vellida” acampó en el despoblado Spinaz de Can donde acudieron numerosas personas que se unieron a su destierro.
Aun me queda mucho camino por hacer. La próxima etapa se encuentra en tierras sorianas. La literatura me guía. ¿Alguien quiere apuntarse a esta “aventura” histórica?
Jimena Bañuelos (@14ximenabs)
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